Sueño de luz y placer
Cuando se camina y se trata de descubrir algo mágico no se logra. Se bloquean los instintos y se suprimen las sutilezas. Quizás como método de bloqueo o capricho para evitar la felicidad o como ilógico deseo de la majestuosidad que se sueña, impensadamente, en obtener de manera rápida al más puro estilo de Amélie.
Es imposible encontrar placeres cuando se los busca. Me di cuenta de aquello luego de buscarlos. Jamás encontré nada. Nunca encontré el anhelado tesoro bajo el arco iris, principalmente porque no se cómo son los tesoros y más aún porque no he visto arco iris desde hace bastante tiempo. Si debo reconocer que mi ambición me prohibió ser un cazafortunas o cazaplaceres. Hoy, en cambio, luego de un tiempo de olvidar el hedonismo caprichoso, desvinculado a la realidad y el tiempo, encuentro más a menudo esas cosas lindas en filtro verde que se podían ver en la obra sonorizada por Tiersen. Veo más nubes, más rayos de sol esquivos entre hojas y papeles. Hay más vapor de agua entre mis pestañas y mi iris, lo que me deja omnubilado ante cosas simples, sin gracia, sin flaquezas pero al mismo tiempo frágiles, porque lloran esperando que alguien las aprecie.
Hace dos días me senté en el Parque Forestal. Me percaté que hace mucho tiempo que voy a menudo a ese lugar y que reconozco los lugares típicos. Pensé qué cosas nuevas o desconocidas me podría ofrecer, pero no encontré nada posible. Pensé en ir a comprarme un café y unos grissines, pero descarté ese plan por lo costoso que me saldría darmelas de exclusivo. Al rato, un sueño me trató de voltear y me estiré sobre el pasto con los ojos cerrados con fuerza. El estrés hacía que mis párpados se fruncieran y apretaran a mis pestañas las unas con las otras. Sentí la necesidad de mirar, de estimular mi cerebro con luz. Lo hice de golpe y porrazo, porque al hacerlo descubrí la luz de la forma más bella que se me ha presentado en mucho tiempo. Un cielo limpio, soleado, un árbol generoso que se mostraba en todo su esplendor en un montaje de tipo fractal con sutilezas casi extraídas de Miró. Dudé si estaba ante arte o naturaleza. Dudé de lo que yo mismo veía, imagínate Fernando, lo que yo mismo veía. ¿Cuán ciego estuve por buscar lo bello y placentero que me volví inconsciente de que lo más fabuloso estaba sobre mi o entre mi?¿Cuán abstracto debí volverme para encontrar ese estímulo que me hacía falta para levantarme y partir feliz? Sólo un poco de ganas y descuido.
No se si volveré por ahora al Forestal. Tampoco se dónde se me aparecerá un nuevo placer. Quizás cuando presione Publicar o cuando termine de ordenar mi pieza, pero si se que pronto, dentro de mi nacerá un nuevo pensamiento: ¿Cuánta emoción necesito para ser feliz?
No me volví un Amélie. Sería patético vagabundear por París-Santiago con un deseo nacido de la nada. Más bien me reidentifico conmigo mismo. Me vuelvo una identidad duplicada que busca la felicidad propia y la tranquilidad de los demás. A través de lo sencillo, de lo limpio, de aquello que puedo regalar y mostrar tan sólo diciendo: "Sientate aquí conmigo y acuéstate, un sueño de luz te envolverá".
Fernando
Friday, October 21, 2005
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