Saturday, July 25, 2009

El feminismo en las relaciones internacionales. Aportes, estudios y situación actual.

El feminismo en las relaciones internacionales. Aportes, estudios y situación actual

La perspectiva de género y mucho más puntualmente las teorías feministas han permitido una visión diferente de teorías existentes para estudiar las relaciones internacionales. Lo hacen cuestionando la solidez del enfoque masculino al momento de comprender y dar explicaciones teóricas sobre el mundo internacional. Buscan debilitar o entregar nuevos enfoques que se opongan a la mirada testosteronizada de las relaciones internacionales, demostrando que la forma de comprender algunos aspectos, como la paz y el conflicto, que se basan sobre una mirada masculinizada.

El mundo ha pasado en los últimos años desde conflictos entre estados a espacios transnacionales e intraestados; con nuevos actores como el terrorismo, carteles de la droga en zonas como México, Colombia o Medio Oriente, etc. Estos temas son de atención para las feministas.

Según las teorías feministas, las desigualdades entre los sexos determinan decisivamente las relaciones internacionales. Señalan que la política internacional estereotipa las relaciones sociales en base al género, los que se extrapolan más allá de fronteras y se multiplican a través del mundo debido a las relaciones internacionales y a la adopción de políticas internacionales en base a grupos o comunidades.

La mujer es una de las principales víctimas de las nuevas formas como se maneja el conflicto a nivel internacional, según las teorías feministas. Por una parte, en atención a las más recientes estadísticas desarrolladas por organismos como las Naciones Unidas, las mujeres suman más en cuanto a víctimas civiles y por desplazamientos provocados por los conflictos armados. Por otra parte deben enfrentar violencia sistemática como es el caso de la violencia sexual, prostitución y violación.

Salto del feminismo

La mayor fuerza del feminismo se consiguió durante los años setenta, haciendo una crítica a las estructuras patriarcales en que se basaba el mundo, en el cual la mujer poseía una desventaja en participación en relación al hombre. A partir de la última década de los noventa, la batalla del feminismo se extrapoló hacia el espacio internacional, explicando cómo se podían comprender las relaciones internacionales con sus teorías que hasta ese momento se habían dedicado a la reivindicación de la mujer y a la descripción de sus postergaciones.

Las primeras opiniones a favor de la mujer y su incorporación a las lógicas del poder aparecieron en el siglo dieciocho cuando por ejemplo en 1791 se redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía, por Olimpia de Gouges. A pesar de su idea y actitud de creación de pensamiento, el escrito le costó la muerte en la guillotina por oponerse a lo que había planteado Robespierre y cientos de teóricos, principalmente franceses.

Fue durante el siglo XX, potenciado por la necesidad de mano de obra y la crisis producida por las dos grandes guerras, que las mujeres se incorporaron a las fábricas y asumieron roles hasta entonces designados exclusivamente a los hombres, alcanzando la causa femenina su mayor expansión y amplitud temática. A mediados de los años setenta, con el auge de los distintos movimientos sociales que cuestionaban el sistema imperante fundamentalmente en los Estados Unidos y Europa, el feminismo mostró rupturas epistemológicas, estableció nuevos paradigmas y visiones sociológicas para ver el rol y actuar de la mujer en el quehacer político y social. El feminismo tomó en ese momento la bandera de la reivindicación sociopolítica, económica, legal y cultural de la mujer.

Uno de los mayores alcances de los movimientos feministas fue el reconocimiento del derecho al voto, en vista de que éste se convirtió en una herramienta poderosa para lograr objetivos e influir en las decisiones de los gobiernos.

El paso de los años ochenta y noventa vino acompañado por nuevos escenarios políticos, ideológicos, económicos y culturales que influyeron en los feminismos y los movimientos sociales en general. La globalización abrió nuevos espacios para emprender la lucha por la reivindicación de los derechos ciudadanos. Ante los dramáticos procesos de exclusión, los feminismos enfrentaron la necesidad de ampliar sus luchas hacia el ámbito internacional, en virtud de la falta de voluntad e incapacidad de los estados de responder a las demandas ciudadanas. Esto se evidencia a través de la participación de los movimientos feministas en las conferencias, cumbres mundiales y foros internacionales[1].

En la actualidad las relaciones internacionales, como disciplina y como práctica, están atravesando –no sin controversia- por desacuerdos y por el surgimiento de nuevos paradigmas y enfoques, así como también cuestionamientos que necesariamente producen un replanteamiento de otras teorías, métodos y objetos de estudio. Entre las teorías que rompen con los esquemas tradicionales y que exigen una reestructuración de las relaciones internacionales, están las teorías feministas, por algunos autores como Mónica Salomón que las denominan teorías disidentes. Lo anterior, en ‘disidencia a las teorías que tradicionalmente se han empleado en las relaciones internacionales’.

Robert Keohane catalogó a la teoría feminista que se incorporaba al estudio de las relaciones internacionales, como integrante de las denominadas teorías reflectivistas, que se caracterizaban por una evidente desconfianza en los modelos científicos existentes para abordar el estudio de la política internacional. Asimismo, Keohane señalaba que este nuevo enfoque se basaba en la interpretación histórica y textual de los hechos y con la incorporación de la reflexión respecto a la naturaleza de las instituciones y al carácter constituyente de la política mundial.[2]

El feminismo que actualmente se dedica al estudio de las relaciones internacionales tiene varias subdivisiones. La primera y la que se dedica al sector de las relaciones políticas entre zonas, estados o instituciones es el ‘feminismo con criterios políticos’, en la que se agrupa a las teorizaciones feministas que tienen posturas filosóficas remanentes de otros sectores, lo que implica una segunda subdivisión en cuanto a feminismo liberal. Defienden los valores de libertad, dignidad, igualdad y autonomía propios del pensamiento liberal. Considera que las mujeres son oprimidas porque no son tratadas igual que los hombres y exigen igualdad de oportunidades formales, materiales o reales para revertir la situación de discriminación.

Otro subsector es el feminismo radical, que tiene por objetivo esencial la transformación del sistema y por ello su crítica se dirige a la fundamentación epistemológica de la ciencia en la que el mundo se organiza y explica dentro de un modelo patriarcal.

El otro conjunto de teorías se agrupan dentro de los esquemas denominados criterios epistemológicos, desarrollados por Sandra Harding[3]. Dentro de esta tipología destaca la siguiente clasificación: el feminismo empiricista que considera que el sexismo y el androcentrismo presentes en la investigación científica son sesgos sociales que se pueden corregir con una adhesión estricta al método científico. Por otro lado está el feminismo de ‘punto de vista’, que sostiene que la ciencia refleja la posición dominante del hombre en la vida social, lo que produce un conocimiento “parcial y perverso”. El punto de vista de la mujer permite favorecer una visión más moral y científicamente más adecuada, pues completa el conocimiento y lo hace menos perverso para explicar e interpretar el mundo y la conducta social. El feminismo posmoderno es un tercer enfoque que se refiere a la condición de género, centrado en la identidad de la mujer y su relación con el conocimiento.

Las teorías feministas en sus distintas versiones buscan incorporar en la agenda internacional el tema de la mujer, toda vez que el sistema internacional se presenta cada vez más difuso y globalizado, cuando el Estado es el principal artífice de la identidad nacional e internacional. Aquí se incorpora el feminismo a buscar nuevas formas de ver la realidad y el modo como se configuran las relaciones internacionales.

Desde Platón, el pensamiento occidental ha estado estructurado mediante categorías duales o dicotómicas como racional-irracional, objeto-sujeto, universal-particular, que a su vez están sexualizados y jerarquizados y en las que se privilegia como superior lo masculino[4]. Por lo tanto, se requiere de una reestructuración del pensamiento y de la manera de conocer, que según la perspectiva del punto de vista femenino, desde el punto de vista teórico debería poder mostrar –según los y las feministas- cómo las mujeres están situadas en relación con las estructuras de poder dominante y cómo éstas forjan una identidad y una política de resistencia, además de proporcionar una dirección hacia la cual, tanto la práctica como la teoría, pueden conllevar la liberación.

Una autora representativa de esta postura es Jo Ann Tickner[5] , quien cuestionó los seis principios del realismo político elaborados por Morgenthau en 1948 Para Tickner, los principios de Morgenthau son expresión de la preeminencia machista, de la razón machista; así, la categoría del interés nacional, entendido como poder, está basada en una visión parcial y desde el punto de vista femenino el interés nacional no sólo debe definirse como poder, sino también como cooperación e interdependencia, capaz de incluir problemas globales como el problema nuclear, ecológico y bienestar económico, temas también desarrolladas por el feminismo.

Aportes teóricos

La perspectiva feminista proporciona una forma distinta y alternativa de comprender y abordar las relaciones internacionales, incorporando una evaluación del contexto social en el que se desarrollan los hechos para propiciar el mejoramiento de la condición humana sin privilegiar una realidad determinada. Además, han demostrado que la identidad de los sujetos “no es neutral en género”. [6] El principal objeto de investigación del feminismo es cómo están insertas las mujeres en el sistema internacional, dotándolas de protagonismo en cuanto a toda investigación, incluso en las referidas a tratamientos masculinos. En el feminismo se intenta ver el mundo desde el punto de vista de la mujer, por lo tanto, es una teoría crítica cuyo objetivo es producir un mundo mejor para las mujeres. Incorpora nuevos objetos de estudio a las relaciones internacionales, adicionando nuevas interpretaciones y mostrando alternativas discursivas diversas. Asimismo, la teoría feminista es una teoría que se puede combinar con otras teorías de las relaciones internacionales como la sistémica, la idealista, el constitucionalismo y el institucionalismo, entre otras, de forma tal que complementa y enriquece los métodos de análisis ya conocidos.

Los críticos de la teoría feminista para el estudio en las relaciones internacionales argumentan que tiene un carácter políticamente crítico sobre las prácticas sociales y los movimientos sociales, por lo que enlodaría algunos debates.

Señalan que sólo afecta a un colectivo minoritario y no tiene mayor relevancia para el conjunto de la disciplina de las relaciones internacionales. Los críticos del feminismo en este ámbito de estudio dicen que es posible que otras áreas de estudios o métodos poco consideran a este sector debido a que se encasilla en temas catalogados como propiamente femeninos, como son el desarrollo humano, el tráficos de personas, la niñez, los desplazados, entre otros, y se le otorga menos espacio en asuntos como la tecnología, la energía, la seguridad internacional o armamentismo; y que, en su afán por lograr la inclusión de la mujer, algunas teorías feministas terminan siendo excluyentes para el hombre, de manera que pierden su pretensión de darle carácter complementario al conocimiento existente.

Temas de atención

Las teorías feministas en su incorporación al estudio de las relaciones internacionales han prestado especial atención a temas como el neoliberalismo, la globalización, el genoma humano, la seguridad internacional y la paz internacional. Respecto al neoliberalismo las teorías feministas critican el sistema económico imperante y su propuesta neoliberal por considerar que son las más oprimidas bajo esta forma de mercado y sociedad. Sostienen, por ejemplo, que el modelo económico que organiza al mundo contribuye con la globalización a la “industria del sexo”, que afecta mayoritariamente a las mujeres. A nivel global, dicen las y los feministas sujetándose del informe de 1995 del PNUD, que las mujeres representaban el 70% de los 300 millones de personas más pobres del mundo.

Respecto al genoma humano, dicen los feministas que las mujeres son llamadas a transformar la política y el pensamiento para humanizar lo humano, haciendo del mundo un lugar más habitable, una casa común y no un mercado común. Dado el interés que se mueve detrás de los avances científicos, dicen que las mujeres deben prestar especial atención respecto a la concepción manipulada genéticamente, porque de suceder esto, la mujer perdería un espacio dentro de un área que ha sido inherente en su condición de mujer, el de la concepción y la maternidad.

En cuanto a seguridad internacional, se propone la creación de un nuevo paradigma de seguridad inclusivo en el que las mujeres estén implicadas en todas las etapas de los procesos de paz, tanto de prevención como de resolución de conflictos. El hecho de que la naturaleza de la mujer sea la de dar vida, la hace proclive a la búsqueda de soluciones pacíficas, a la seguridad, al resguardo del hogar, a la visión de futuro, a la cooperación y la integración. Por ello, Naciones Unidas en la IV Conferencia sobre la Mujer sentó las bases para las deliberaciones de la participación de las mujeres en la resolución de conflictos, negociaciones de paz, reconciliación, reconstrucción y mantenimiento de la paz en todos los niveles. Entiende que la creación de la cultura de la paz no puede darse si no se tiene claro que el poder masculino está inmerso en las estructuras y formas de organización social, política, religiosa, militar y económica y que la masculinidad se fundamenta en el ejercicio de poder, control, competitividad y represión de las emociones. Por tanto, la renovación debe realizarse desde una nueva socialización, pero sin excluir al otro.[7]

Género

La literatura feminista en las últimas décadas ha demostrado de forma fehaciente cómo el sistema de género no sólo configura la identidad sino también contribuye a la organización de las estructuras socioeconómicas, del mundo político jurídico, de la familia, la religión, el placer, la sexualidad, el ocio, etc.

A diferencia de la mayoría de las disciplinas de las ciencias sociales que se vieron inundadas en los años 70 de estudios, teorías, filosofías y perspectivas, el feminismo tiene al género como una importante unidad de análisis. Sin embargo, las demás áreas de las relaciones internacionales se han mostrado sumamente reacias a incorporar un análisis de este tipo.

Tal y como señalan autores como Margot Light y Fred Halliday, se puede hablar de cierta inercia institucional, de una escasa presencia de mujeres en la disciplina (en relaciones internacionales) y de la propia despreocupación de las teorías feministas como factores explicativos de este fenómeno[8]. Sin embargo parece evidente que la principal reticencia a la incorporación de una perspectiva de género en las Relaciones Internacionales viene dada por la concepción que muchos académicos tienen de la disciplina. Dicha concepción lleva a defender que las Relaciones Internacionales son neutras en cuanto al género.

Los estudios feministas de la política internacional poseen rasgos comunes: su crítica visión del realismo y el estudio del funcionamiento del sistema de género en la esfera internacional. No obstante no se puede negar que quizás, “el rasgo más prominente de los análisis feministas de los asuntos mundiales es su diversidad, lo cual refleja el espectro de la teoría feminista general” . Como veremos la mirada del feminismo sobre la disciplina no ha sido unívoca, sino que nos encontramos con perspectivas y enfoques feministas divergentes y en ocasiones contradictorios.[9]

Uno de los objetivos más importantes de las teorías feministas de las Relaciones Internacionales es revelar las distorsiones, prejuicios, exclusiones y desigualdades de los paradigmas y conceptos sobre los que se ha construido el discurso de las Relaciones Internacionales y denunciar cómo las teorías internacionales -que se han considerado neutrales, objetivas y universales- están profundamente marcadas por el género. Para ello van a centrar su mirada en los distintos debates para intentar pasar más allá de esas teorías supuestamente verdaderas, planteando experiencias de género que contrarresten o profundicen la teorización feminista. [10]

A lo largo del siglo XX, son evidentes las transformaciones en el sistema de género liberal-occidental. Las mujeres se han ido incorporando paulatinamente a la actividad laboral y económica, al mundo de la educación, al mundo cultural, e incluso a la esfera política y a la administración. En algunas sociedades se ha proclamado la igualdad legal entre hombres y mujeres. Estos avances debían suponer la incorporación de las mujeres a los altos puestos de la administración, y por tanto a los puestos de decisión de las políticas internacionales. Sin embargo los estudios feministas han revelado que el acceso de las mujeres a los puestos de poder es, en sí mismo, problemático y tiende en todo caso a reforzar los roles de género.

Los primeros estudios feministas en Relaciones Internacionales fueron los trabajos dedicados a estudiar el papel de las mujeres en los movimientos opositores a la guerra y la importancia de estos movimientos en la toma de decisiones de los estadistas internacionales. Amy Swerdlow, por ejemplo, recoge la influencia del movimiento norteamericano Women Strike for Peace en la resolución de la crisis de los misiles y la firma del Tratado sobre Control de Armamento Nuclear entre la URSS y Estados Unidos.[11]

Los estudios sobre los movimientos pacifistas de mujeres tienen como punto de partida la presunción de que las mujeres son esencialmente pacificas y opuestas a la guerra. Defienden que el papel de las mujeres como productoras de vida, su sensibilidad hacia el dialogo, su natural no violento, les lleva a oponerse a la guerra. Este planteamiento sitúa a estos estudios en la polémica entre el feminismo de la diferencia y de la igualdad que tiene en el debate sobre las actitudes de las mujeres ante la violencia y la guerra uno de sus campos de batalla.

Las Teorías feministas de las Relaciones Internacionales también se centran en otro de los grandes debates de la disciplina. En la década de los noventa se empezó a cuestionar las pretensiones de validez universal y de objetividad de la ciencia moderna. A diferencia de otros sistemas de conocimiento la ciencia occidental defiende que se puede aprehender la realidad tal como ella es. Desde diversas posiciones (dentro de la sociología del conocimiento, en las propias ciencias naturales y en las sociales) se ha puesto en duda que las categorías de la ciencia ‘sean puramente cognoscitivas’.

Avance femenino

En las relaciones internacionales la incorporación de la corriente del feminismo permitió el inicio de atención a temas que antes no existían como preocupación en esta área, como el papel de la mujer en las relaciones internacionales. También se investiga sobre la construcción del género con base en las prácticas sociales y las condiciones materiales.[12]

El señalamiento del siglo XX como el del ‘avance de las mujeres’ no es menos dual: mientras Perry Anderson señala la relevancia que ha adquirido la cuestión de la emancipación de las mujeres como relato fundamental de la época, Lipovetsky, a tono con los aires conservadores que por estos tiempos corren, no duda en destacar la incomodidad que el solo nombre de ‘feminista’ promueve, asociado a la juridización de las relaciones entre los sexos y a ‘la fiebre victimista’ provocada por las reivindicaciones mujeriles, a la vez que celebra la democratización de los ideales de belleza como signo del advenimiento de la ‘tercera mujer’, esa que en sus palabras “ha conseguido reconciliar a la mujer radicalmente nueva y la mujer siempre repetida”[13].

En cuanto a los feminismos, no sólo se trata de las marcas dejadas por las condiciones de su emergencia, de la heterogeneidad inevitable ligada a la crisis de los sujetos de la política clásica, de las ambivalencias y dificultades a la hora de articular políticas, sino de una multiplicación acelerada de la diversidad. Las diferencias no sólo refieren a las posiciones políticas y de ideas sobre la vida, sino que también a temas medianamente ligados por relaciones de fortaleza entre grupos, como con los movimientos gay, de lesbianas, travestis, transexuales y bisexuales, y a todo lo que considere la cuestión de la diferencia sexual. Si en los sesenta y setenta la especificidad de la diferencia podía ser leída en términos de equiparación de derechos y recuperación de un puesto para las mujeres en el orden humano a la manera en que pudiera haberlo hecho Simone de Beauvoir.

Las teorías feministas se diferencian de otros modos de abordar las relaciones internacionales por su interés emancipador fundamental. Sin embargo, dentro del ámbito académico ha tenido lugar tal diferenciación teórica, que ya no existe un único prisma feminista para las relaciones internacionales, mas bien hay una propulsión en diferentes planteos, haciendo que la teorización feminista se caracterice por la heterogeneidad.

El género en las Relaciones Internacionales

En política internacional la introducción del género se vuelve complicada por el comentario de que es un área neutra sexualmente o simplemente asexuada, pero el feminismo dice que las repercusiones de las relaciones jerárquicas entre los sexos se extienden hasta la teoría y la práctica de las relaciones internacionales. En lugar de tener como único objetivo la integración de la mujer a la política internacional, el planteamiento basado en el género se interesa especialmente en poner al descubierto las prácticas y conceptualizaciones sociales en que se basa el arreglo específico –desigual– para los sexos, tal como lo señala Whitworth[14]. La idea es ver las cercanías semánticas y los guiños de género en cuanto a lo masculino y lo femenino y analizar su funcionalidad para la política internacional. Esto quiere decir que una perspectiva de género profundiza mucho más, pues hace hincapié en el tema al vincular las emociones personales, para estrecharlas con las acciones de los actores sociales.

Por otro lado, también las estructuras y relaciones de poder que se pueden ver en la sociedad actual dependen del cultivo de las percepciones antiguas de que era lo femenino y lo masculino, basado en los roles de la mujer y el hombre en la sociedad. Para el feminismo, el objetivo de un planteamiento feminista en la política internacional se solidifica al buscar descubrir conexiones y utilidades entre el concepto de género y el funcionamiento actual de la política internacional.

Los teóricos de otras escuelas o fuentes epistemológicas acusan al feminismo de concentrarse en buscar vínculos eternos entre el género y los problemas que quieren estudiar, pero viendo al género desde un prisma académico, o concentrándose en el quehacer de las mujeres profesionales y los infortunios que estas deben enfrentar para sobrellevar el peso del trabajo fuera y dentro del hogar. Sin embargo, recriminan los competidores del feminismo, que éste grupo teórico ha dejado de lado a la mayoría de las mujeres. Muchas, dicen, no han sido tenidas en cuenta por el debate teórico feminista, por ejemplo, las sin titulación académica, de minorías étnicas, etc. Mujeres que desde su realidad cotidiana protagonizan luchas por una mayor libertad y respeto como mujeres pero cuyas guerras son obviadas u olvidadas por el movimiento feminista dedicado a incorporar el aspecto de género a otros temas.[15]

Este cambio de planteamiento de la teoría feminista, está relacionado con el giro dialógico de las sociedades que estamos viviendo. Así mismo, este giro se está produciendo también en las ciencias sociales. A partir de eso, han surgido dos corrientes para el feminismo: el feminismo dialógico y el feminismo de la diferencia: el feminismo dialógico es un enfoque teórico que supera el feminismo de la igualdad y el de la diferencia y que se construye a partir de la pluralidad de voces de todas las mujeres que deciden, mediante el diálogo igualitario qué quieren y cómo lo quieren. El planteamiento central del feminismo dialógico está en defender una radicalización de los procesos democráticos para elaborar una teoría que permita una sola definición de la feminidad, no entendida como homogenizadora, sino que sea inclusiva, dinámica e igualadora, es decir, que tenga presente las diferencias de género en vez de fomentar su desaparición, y que sea sensible al contexto en vez de indiferente a las situaciones. [16]

Por su parte, el feminismo de la diferencia, se centra en subrayar las diferencias entre hombres y mujeres, rechazando la idea de igualdad. Asimismo, enfatiza las diferencias individuales entre unas personas y otras, negando la posibilidad de comunicación y entendimiento. Sobre una base postmoderna, que señala que todo son pretensiones de poder y niega la posibilidad de existencia de pretensiones de validez, el feminismo de la diferencia rechaza la igualdad así como la posibilidad de diálogo entre las personas. Las consecuencias de esto son muy relevantes –según sus cultores- ya que al subrayar la diferencia, se produce una desactivación de los movimientos sociales y se frena la transformación social[17].

Desde la década de los noventa nos hemos encontrado con una auténtica revolución en el estudio de diferentes temas desde la óptica feminista, provocado por la incapacidad de los distintos paradigmas de explicar el derrumbamiento del bloque soviético. Ese fue el primer gran tema. Todo ello lleva a una profunda revisión de los paradigmas de esta ciencia, así como de los límites y fronteras de la misma con otras ciencias sociales.

Es un hecho que la literatura feminista ha realizado y puede seguir realizando una importante contribución al replanteamiento de la disciplina de las Relaciones Internacionales y de la política internacional. En la mayoría de los casos sus estudios no pretenden crear un discurso unitario para explicar la realidad de las relaciones internacionales.[18] Más bien plantean nuevas interrogantes o, intentan modificar la formulación de preguntas clásicas. Sobre todo, insisten en que la disciplina tiene que liberarse de las categorías, conceptos y prejuicios archiocupados de género, que según los feministas, posee el área de las relaciones internacionales. Al mismo tiempo se promueve la investigación de como los procesos transnacionales lejos de ser neutrales en la practica juegan un importante papel en la determinación del papel de las mujeres en el mundo actual, comparando con los hombres

En este sentido los estudios de género de las Relaciones Internacionales suponen una importante renovación teórica, conceptual, epistemológica y metodológica. Aunque estos trabajos ha dado resultados significativos, el feminismo aún puede buscar nuevas áreas para construir conocimiento mediante la utilización de la corriente de la diferencia o de contraposición por roles de género, muy útil según dicen en el mundo occidental, y cómo éstos modos –y valores- se ven afectados, alterados o cristalizados por los acontecimientos internacionales.


Referencias


CARVALLO PONCE, Pedro. “Género, Postmodernismo y Relaciones Internacionales. La identidad femenina en el discurso de las organizaciones internacionales”. http://confines.mty.itesm.mx/articulos3/carvallo.pdf

CIRIZA, Alejandra. “Herencias y encrucijadas feministas: las relaciones entre teoría(s) y política(s) bajo el capitalismo global”. En Filosofía política contemporánea. Controversias sobre civilización, imperio y ciudadanía del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Disponible en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/teoria3/ciriza.pdf

Comisión de la ONU para la Situación Legal de la Mujer: Programming and Coordination Matters Related to the United Nations and the United Nations System: Improvement of the Status of Women in the Secretariat. Informe del Secretario General para 1993. Reunión de la Comisión en Nueva York, del 15 de marzo al 4 de abril de 1995, Documento Nº E/CN, 6/1995/7, 21 de febrero de 1995.

GUZMÁN, Virginia. “Las relaciones de género en un mundo global”. Serie Mujer y Desarrollo. Unidad Mujer y Desarrollo. CEPAL Eclac de las Naciones Unidas, Santiago de Chile, abril de 2002.

Grupo de trabajo: Género y educación. Autoras: Marta Soler-Gallart, Ainhoa Flecha, Mª Ángeles Serrano y Laia Costa. “Repercusión en Estados Unidos del Debate sobre las otras mujeres”. IX Conferencia de Sociología de la Educación “Las reformas educativas en la España actual”. 19-22 de septiembre de 2002, Palma de Mallorca, España.

HARDING, S. The science questions in feminism. Open University Press.

HUNTLEY, Wade. “An unlike Match? Kant and Feminism in IR Theory”, Millennium. Journal of International Studies, 1997.

KEOHANE, R. International institutions and state power. Essays in internacional relations theory. Fuente: Westview Press.

Margot Light y Fred Halliday en: “Gender and International Relations”, en A. J. R. GROOM y MARGOT LIGHT: Contemporary International Relations. A Guide to theory, Pinter Publishers, 1994.

PETERSON, V. “Epistemological and territorial remmaping in the context of globalization, en Globalization: Theory and practice. Editions NYC.

Programa “Mujeres y Cultura de Paz”. En sitio web corporativo de UNESCO: http://www.unesco.org/cpp/sp/proyectos/wcpinfosp.htm

RUIZ, Alicia. “Identidad femenina y discurso jurídico”, pp. 25-43. Buenos Aires, Argentina. Editorial Biblos.

RUIZ-GIMENEZ, Itziar. “El feminismo y los estudios internacionales”. Revista de Estudios Políticos. Número 109. Abril-Junio 2001.

TICKNER, J.A. “Hans Morgentahu’s principles of political realism: A feminist reformulation”. Millennium: Journal of International Studies, vol. 17.

SWERDLOW, Amy: “Motherhood and the subversion of the military state: Women Strike for peace confronts the House Committe on Un-American Activities”, en “ Women, militarism and war. Essays in politics, history and social theory”. Rowman and Littlefield, Savage, Md’s internet website.

SYLVESTER, Christine. “The Contributions of Feminist theory to international relations”, en MIT Press, Cambridge, 1996, pág. 257. Disponible en internet.

Unidad, Mujer y Desarrollo, CEPAL http://www.eclac.cl/mujer/direccion/conferencias.asp

VILLARROEL, Yetzi. “Los aportes de las teorías feministas a la comprensión de las relaciones Internacionales. Contributions of feminist theories to understanding internacional Relations. Revista Politeia, N° 39, vol. 30. Instituto de Estudios Politicos, 2007.

WHITWORTH, S. “Feminism and international relation. Towards a political economy of gender”, en Interstate and non-governmental institutions. New York: St. Martin’s Press.


[1] VILLARROEL, Yetzi. “Los aportes de las teorías feministas a la comprensión de las relaciones Internacionales. Contributions of feminist theories to understanding internacional Relations. Revista Politeia, N° 39, vol. 30. Instituto de Estudios Politicos, 2007.

[2] KEOHANE, R. International institutions and state power. Essays in internacional relations theory. Fuente: Westview Press.

[3] HARDING, S. The science questions in feminism. Open University Press.

[4] RUIZ, Alicia. “Identidad femenina y discurso jurídico”, pp. 25-43. Buenos Aires, Argentina. Editorial Biblos.

[5] TICKNER, J.A. “Hans Morgentahu’s principles of political realism: A feminist reformulation”. Millennium: Journal of International Studies, vol. 17.

[6] PETERSON, V. “Epistemological and territorial remmaping in the context of globalization, en Globalization: Theory and practice. Editions NYC.

[7] VILLARROEL, Yetzi. “Los aportes de las teorías feministas a la comprensión de las relaciones Internacionales. Contributions of feminist theories to understanding internacional Relations. Revista Politeia, N° 39, vol. 30. Instituto de Estudios Políticos, 2007.

[8] Margot Light y Fred Halliday en: “Gender and International Relations”, en A. J. R. GROOM y MARGOT LIGHT: Contemporary International Relations. A Guide to theory, Pinter Publishers, 1994.

[9] HUNTLEY, Wade. “An unlike Match? Kant and Feminism in IR Theory”, Millennium. Journal of International Studies, 1997.

[10] SYLVESTER, Christine. “The Contributions of Feminist theory to international relations”, en MIT Press, Cambridge, 1996, pág. 257. Disponible en internet.

[11] SWERDLOW, Amy: “Motherhood and the subversión of the military state: Women Strike for peace confronts the House Committe on Un-American Activities”, en “ Women, militarism and war. Essays in politics, history and social theory”. Rowman and Littlefield, Savage, Md’s internet website.

[12] CARVALLO PONCE, Pedro. “Género, Posmodernismo y Relaciones Internacionales. La identidad femenina en el discurso de las organizaciones internacionales”. http://confines.mty.itesm.mx/articulos3/carvallo.pdf

[13] CIRIZA, Alejandra. “Herencias y encrucijadas feministas: las relaciones entre teoría(s) y política(s) bajo el capitalismo global”. En Filosofía política contemporánea. Controversias sobre civilización, imperio y ciudadanía del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Disponible en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/teoria3/ciriza.pdf

[14] WHITWORTH, S. “Feminism and international relation. Towards a political economy of gender”, en Interstate and non-governmental institutions. New York: St. Martin’s Press.

[15] Comisión de la ONU para la Situación Legal de la Mujer: Programming and Coordination Matters Related to the United Nations and the United Nations System: Improvement of the Status of Women in the Secretariat. Informe del Secretario General para 1993. Reunión de la Comisión en Nueva York, del 15 de marzo al 4 de abril de 1995, Documento Nº E/CN, 6/1995/7, 21 de febrero de 1995.

[16] Programa Mujeres y Cultura de Paz http://www.unesco.org/cpp/sp/proyectos/wcpinfosp.htm

[17] Grupo de trabajo: Género y educación. Autoras: Marta Soler-Gallart, Ainhoa Flecha, Mª Ángeles Serrano y Laia Costa. “Repercusión en Estados Unidos del Debate sobre las otras mujeres”. IX Conferencia de Sociología de la Educación “Las reformas educativas en la España actual”. 19-22 de septiembre de 2002, Palma de Mallorca, España.

[18] Unidad, Mujer y Desarrollo, CEPAL http://www.eclac.cl/mujer/direccion/conferencias.asp

Wednesday, July 15, 2009

Revolución de los Claveles: Chile y Portugal durante el año en que brotaron las flores lusitanas


Revolución de los Claveles: Chile y Portugal durante el año
en que brotaron las flores lusitanas







La misión diplomática chilena en Portugal enfrentó un cambio político y cultural que se dispersó desde los edificios lisboetas hacia todo el país. El punto de tensión eran las enormes diferencias existentes entre las dos naciones; una tiranía de derecha en Chile y un gobierno de izquierda en Portugal.

Hace treinta y cinco años Portugal vivió una gran revolución interna, pero que tuvo repercusiones a nivel internacional. Es la denominada Revolución de los Claveles, con la que comenzó el imparable proceso de democratización y consiguiente incorporación plena de Portugal a la comunidad internacional institucionalizada, por ejemplo, con la unión y participación en la Eurozona, y a los protocolos que implica el marco Schengen.

El 25 de abril de 1974 triunfó la revolución en Portugal. Aquel movimiento de ‘los capitanes’, en que militares con tendencias de izquierda se levantaron contra el régimen de Marcelo das Neves Alves Caetano, fue el comienzo de una sólida y duradera etapa democrática para Portugal. Actualmente, el país de la Europa Atlántica ya no tiene colonias en África ni en ultramar, y participa plenamente en la construcción de Europa.

El régimen depuesto en 1974 se inició con quien se ungió como líder en 1933 António de Oliveira Salazar, quien hasta 1968 tuvo el poder en Portugal y de quien se extrajo el rótulo para la dictadura: la dictadura salazarista. Su sucesor, el luego derrocado Marcelo das Neves Alves Caetano, condujo al país y prosiguió con la política de aislamiento y desconocimiento de los quehaceres políticos y sociales que pasaban en el mundo circundante que rodeaba a Portugal.

El 25 de abril de 1974, con la modalidad de levantamiento militar, se consiguió finalizar con la dictadura que gobernaba al país desde 1933: la de más larga data del continente europeo. Con el fin del régimen derechista que controlaba los destinos portugueses, se inició una escalada de movimientos independentistas –que ya habían dado sus primeros atisbos durante los años previos a 1974- en los territorios de ultramar portugueses. Asimismo, se desató el entusiasmo político popular y se marcó el inicio de la transición política y sociocultural portuguesa, no libre de los vaivenes de evolución en cuanto al enfrentamiento político que puso en peligro la continuidad democrática. A los intentos derechistas de frenar el régimen de libertades y, sobre todo, de interrumpir la reforma agraria que se vivía en el país, se oponían los elementos filocomunistas encarnados en el Movimiento de las Fuerzas Armadas liderado por el coronel Otelo Saraiva de Carvalho.

El derrocamiento del régimen dictatorial llevó a que los movimientos nacionalistas en ultramar adquirieran mayor control de los territorios, como en Angola, en la que varias facciones se enroscaron en una cruenta lucha. La confusión interior, alimentada por las rivalidades étnicas, favoreció la injerencia de países extranjeros: Sudáfrica y las tropas cubanas intervinieron en 1975 en Guinea-Bissau y en Angola. Las otras colonias portuguesas tuvieron cruentas luchas internas, las que desembocaron en necesarias independencias de Lisboa. Esta situación se vivió en São Tomé y Príncipe, Cabo Verde, Mozambique, Angola y Guinea-Bissau.

La liberación de Portugal de la dictadura salazarista, y de la opresión y del colonialismo mal logrado, permitieron al pueblo luso una transformación y un cambio histórico, acercando al país a una modernización y equiparándola a otras naciones europeas, con una identidad cultural e histórica definida, con plena adhesión a los principios y valores humanos, políticos, culturales y económicos de Europa. Simultáneamente, Portugal es una nación con una fuerte vocación marítima, no exclusivamente atlántica, cuya localización estratégica le ha conferido a lo largo de la historia la posibilidad de ser un puente de unión entre Europa, América y África y Asia.

La crisis, presión social y la pobreza de los años de la dictadura salazarista habían sumido al país completo -incluyendo a las colonias africanas- junto con la recesión económica por la crisis financiera mundial- en un estado de depresión que llevó al pueblo portugués a quitar el piso político al régimen del primer ministro y último líder del denominado Estado Novo, Marcelo das Neves Alves Caetano. Debido al descontento generalizado en territorio portugués, durante el año anterior a la revolución hubo una creciente movilización social caracterizada por huelgas de trabajadores, movilizaciones estudiantiles que desplegaban discursos contra el gobierno portugués y contra conflictos internacionales.

Si bien se señala que la revolución es una de las pocas que se caracterizó por no ser sangrienta, tuvo 4 muertos. Recibe el nombre de Revolución de los Claveles debido a una marcha realizada en Lisboa, donde cuyos participantes cargaron claveles, flor de la temporada en la capital portuguesa. De hecho, de ahí proviene el nombre de la revolución: surgió como símbolo espontáneamente por creación popular, cuando, en respuesta a una idea de ofrecer flores a los militares, alguien dio un clavel rojo a un soldado y lo puso en el cañón de su escopeta.

Junta de Salvación Nacional

Al llegar la Junta de Salvación Nacional al poder, ésta declaró sus principios fundamentales, basados en aspectos a corto y mediano plazo. Las medidas inmediatas fueron el ejercicio del poder político por una Junta hasta la formación, a corto plazo, de un gobierno provisorio civil. La elección del Presidente se haría por la misma junta. Asimismo, se anunció la destitución inmediata del Presidente Marcelo Caetano y la disolución de la Asamblea Nacional y del Consejo de Estado. Se consideró como urgente también la destitución de todos los gobernados civiles en el territorio continental, gobernadores por distritos autónomos en las islas adyacentes y los gobernadores generales en las provincias ultramarinas. Sumado a lo anterior, una serie de medidas que permitieran una vigilancia y un control riguroso de todas las operaciones económicas y financieras con el extranjero, junto con la abolición de la censura.

A mediano plazo, la Junta de Salvación Nacional se propuso, en tres semanas desde la llegada al poder el 25 de abril, escoger de entre sus miembros a quien ejercerá las funciones de la República Portuguesa, que detentaría poderes semejantes a los que había en la constitución salazarista. Muy promocionada en los campos y en las ciudades menores del oriente portugués era el anuncio y medida de que existiría total libertad de reunión y de asociación. Se permitirían asociación políticas que fueran posibles embriones de futuros partidos políticos, así como se garantizaría la libertad sindical.

En el bloque occidental se temía que la revolución de los claveles desestabilizara a la vecina dictadura española, donde se asesinó, en un espectacular atentado, al jefe de gobierno y sucesor del general Franco. Por ende, las nuevas autoridades portuguesas no ocultaban su deseo de conceder la independencia a las colonias africanas, lo que creaba una angustia adicional en la OTAN, dado que se veía a las guerrillas nacionalistas y marxistas que tomarían el poder, como una avanzadilla de Moscú en el África negra.

Periodo salazarista

El gobierno anterior a la revolución de abril –el de Salazar y Caetano- se caracterizó por tener una política de claro corte ‘derechista’ con gran restricción de las libertades, especialmente en los medios de difusión y en la participación del juego político, además, con grandes y graves problemas en los aspectos económicos, sociales y culturales, agravados por la falta de solución al problema colonial.

Por ello fue el éxito del Movimiento de las Fuerzas Armadas a nivel nacional, porque dieron libertad absoluta para la reconstrucción de una sociedad libre y democrática. Es así como entraron en actividad los partidos antes clandestinos, el PC y el PS, y otros grupos de izquierda que pudieron presentarse ante el pueblo. Se posibilitó el hecho de que todos los dirigentes políticos de izquierda tuvieron la oportunidad de actuar a la luz pública. El Secretario General del Partido Comunista Portugués, Álvaro Cunhal, regresó de Rusia después de estar asilado 14 años; Mario Soares, Secretario del Partido Socialista, regresó desde Francia después de permanecer allá cinco años en exilio. Tanta fue su repercusión que incluso pudieron ocuparon cargos en el gobierno provisorio que tomó el poder en Portugal.

El desarrollo del socialismo en Portugal se manifestó en sintonía con lo que se llevaba a cabo en países europeos que tenían, en ese momento, gobiernos de estilo socialista. Es el caso de Inglaterra, Suecia, Holanda e Italia. En estos países también se replicó, en mayor o menor medida, la animosidad contra el gobierno pinochetista de Chile; las campañas en los medios de comunicación, la acogida de exiliados y la invitación a exponer a los más significativos, eran muestra de lo anteriormente mencionado. El slogan “Que no pase lo que pasó en Chile”, se volvió común en Portugal, así como en la Europa con gobiernos de corte o cercanía socialista. La odiosidad contra el gobierno chileno ya se había instalado.

Éxito de la revolución

Dos circunstancias principales parecen explicar la casi inmediata transformación del golpe militar del 25 de abril de 1974 en un proceso revolucionario.

En primer lugar, las características históricamente singulares de ese movimiento militar: una conspiración fruto del cansancio con la guerra colonial, protagonizado por los oficiales intermedios –los capitanes, comandantes de compañía- sobre quienes reposaba lo esencial del esfuerzo operativo de la cuadricula militar en los teatros de guerra en África, que además evolucionó muy rápidamente (entre junio de 1973 y marzo de 1974) de una protesta corporativa hacia un movimiento politizado hacia la izquierda, que pretendía derrocar por la fuerza al Gobierno de Marcelo Caetano e instaurar un gobierno democrático que pusiera punto final a la guerra colonial.

Fue un movimiento revolucionario que alteró las relaciones históricamente perversas entre capital y trabajo, conquistando por el combate social los derechos sindicales y las reivindicaciones básicas derivadas del primado de la justicia social. En ese proceso, creó nuevas formas de poder paralelo en las empresas y en los barrios populares. Fue un movimiento que intentó introducir cambios profundos en la estructura económica y social del país, nacionalizando el capital financiero, ocupando las tierras de los latifundistas, levantando empresas abandonadas, ocupando casas. Un movimiento que permitió nuevas políticas de democratización y acceso a la salud y la enseñanza, de seguridad social, colocando las bases del pequeño Estado de Bienestar que todavía subsiste en Portugal. Fue un movimiento que puso colofón a la guerra colonial, y que abrió, ciertamente con muchos problemas, la descolonización que permitió la aspiración europea de Portugal.

Colonialismo portugués en África

A comienzos del siglo quince, Portugal fue el primer país europeo que se interesó por el continente negro. En el siglo XX, fue la última potencia colonial que conservó sus posesiones bajo el sistema de colonialismo completo. Lo que manejan el Reino Unido, Francia, España, Dinamarca y Noruega están lejanos a esa concepción.

Mientras todas las democracias han acabado prácticamente la descolonización del continente en el curso de los años sesenta, las dictaduras ibéricas se agarran a sus territorios de ultramar. Hasta la mitad de los años setenta, Portugal posee aún Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, el archipiélago de Cabo Verde y de Santo Tomé y Príncipe, es decir, territorios que representan veinticinco veces su superficie. Aunque alejados de la mayoría de las costas africanas por las otras potencias coloniales desde el siglo XVII, los lusitanos mantuvieron una presencia continuada en el litoral de Angola y de Mozambique. Cuando a partir del siglo XIX la metrópoli se sumerge en el declive económico, las colonias; privadas del comercio de esclavos, subsistieron sin recibir inversiones.

Desde que se apropia del poder en Lisboa en 1930, Salazar emprende el proceso de hacer que las colonias rindan frutos. La extracción de riqueza con destino a la metrópoli, que era el centro del mundo colonial portugués, se acentúa después de la Segunda Guerra Mundial por la intensificación del trabajo forzoso y la extensión de los cultivos obligatorios de productos para la exportación.

La dictadura de António de Oliveira Salazar no ofrece ninguna perspectiva de emancipación nacional; los intelectuales, formados en las universidades portuguesas y extranjeras, proponen -a partir de los años cincuenta- una alternativa radical basada en un análisis marxista-leninista. La mayoría de los movimientos nacionalistas en las colonias se habían unido al partido comunista, clandestino en Portugal, única fuerza metropolitana favorable a las independencias.

El derrocamiento del régimen dictatorial pone fin a los conflictos bruscamente. Esta victoria por abandono deja a las colonias africanas en una situación precaria. Con la excepción de Guinea-Bissau, los movimientos nacionalistas sólo han adquirido un control parcial de los territorios en los que permanecen divididos, como en Angola, en la que varias facciones continúan la lucha. La administración heredada del colonizador es inestable, inexistente en el interior del país, luego el éxodo masivo de los colonos portugueses priva a la infraestructura socioeconómica de sus mandos.

Relaciones chileno-portuguesas

Mientras en Portugal se iniciaba el avance para lograr una revolución de izquierda, en Chile éste sector vivía perseguido y oculto luego del triunfo de militares –en conjunto con una derecha económica- en el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, en el cual se derrocara al gobierno de la Unidad Popular, presidido por Salvador Allende Gossens.

La mirada oficial, es decir, la del gobierno chileno dirigido por una Junta Militar, miraba con atención el modo de hacer gobierno en lugares como España y Portugal, aunque la primera era de mayor fijación ocular debido a la ligazón histórica y cultural. Portugal era un país destacado, pero no gran socio económico ni tampoco referencial. Sin embargo, era un vínculo destacado por cuanto permitía una articulación para gestar relaciones chileno-brasileñas y con territorios africanos, debido a la cercanía diplomática con esas naciones.

Una vez perpretado el golpe de Estado en Chile, el gobierno militar no tardó demasiado tiempo en asignar a representantes diplomáticos y comerciales en las embajadas del país en el exterior, especialmente en Europa Occidental. A lo más, seis meses.

Todo envío de personal diplomático fue cuidadosamente estudiado desde Santiago, con encargos preestablecidos –al igual con cualquier embajador- pero con atención específica en los asuntos referidos a cuestionamientos externos al régimen militar que gobernaba Chile y a la figura del Comandante en Jefe del Ejército de Chile, Augusto Pinochet Ugarte.

Las relaciones con Portugal datan desde el siglo XIX. De hecho, sin oficialidad alguna y meras manifestaciones de simpatía, la nación lusa fue la primera en Europa que reconoció la independencia chilena, el 1 de agosto de 1821, quizás a modo de contraposición a España, en esa época enemiga y competencia directa en cantidad de poderío ultramarino.

Durante los primeros días del mes de abril de 1974, se reestructuró en Chile la Dirección de Relaciones Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores, que en ese momento estaba con máximo representante al ministro Patricio Carvajal Prado, oficial de la Armada de Chile. El departamento mencionado estaba a cargo de Juan José Fernández, el mismo que dio una serie de encargos y puntos de focalización al nuevo embajador chileno en Portugal, Joaquín García Suárez, reemplazante del representante que Salvador Allende había asignado en 1971, Emilio Cheyre Toutin.

Los encargos al nuevo embajador chileno en territorio portugués estaban orientados en tres categorías: política interna, política exterior y relaciones portuguesas con Chile. En la primera categoría se le encargó prestar atención en cuanto a la cohesión de las Fuerzas Armadas en su apoyo al gobierno portugués, pensamientos de la opinión pública sobre el régimen imperante, existencia de grupos resistentes al gobierno y tendencias de las organizaciones sindicales.

En cuanto a política exterior, los ojos del embajador García Suárez estarían puestos sobre las relaciones de Portugal con la OTAN, las relaciones lisboetas con España –quizás el punto que más utilidad diplomática podría presentar para Chile-, y las relaciones con los países socialistas, entre otras.

Respecto a las relaciones con Chile, para el Ministerio de Relaciones Exteriores era de preocupación la posición portuguesa ante el cambio de gobierno en Chile, y las posibilidades de acercamiento económico y cultural, sin comprometer la política chilena ante el conflicto de Portugal con sus colonias africanas.

Informes diplomáticos

El ambiente político y social en Portugal, especialmente en Lisboa y Oporto, previo a la revolución del 25 de abril, tomó fuerza paulatinamente. Particularmente durante el mes de marzo previo comenzaron las primeras manifestaciones de oposición ciudadanas y militares. Una de ellas, en que militares se atrincheraron en los cuarteles de la localidad de Caldas de Rainha, fue la más significativa. La información entregada por la representación diplomática chilena no dejaba espacio para las interrogantes de qué se pensaba del movimiento izquierdista que en menos de un mes triunfaría. Al no estar asumido aún el nuevo embajador chileno, el responsable de informar de estos hechos fue el encargado de negocios, Carlos Montané, quien señalara: “Los insurrectos entregaron los oficiales detenidos antes mencionados, a quienes mantuvieron como rehenes. Ante la amenaza de ser bombardeados, por tierra y aire, se rindieron”. La nomenclatura usada contra los manifestantes, es decir, clasificarlos como insurrectos, era la que merecería al ser juzgado en Chile. Al mismo tiempo insistió en que, tanto dentro como fuera del país, la población portuguesa confía en la política de Caetano. Lo anterior quedaría invalidado en sólo 37 días, cuando se oficializara la revolución.

Abril fue aún más confuso en Portugal. De hecho, un día antes que se concretara el clavelismo, nuevamente Carlos Montané hace llegar a Santiago informes de prensa sobre cómo la opinión pública y los medios trataban a Chile; lo que cambiaría en pocas horas, al transformarse ambos países en sujetos antagónicos debido a las diferencias ideológicas y en las formas de gobernar de la Junta Nacional de Gobierno y de la Junta de Salvación Nacional, chilena y portuguesa, respectivamente.

Los medios portugueses, durante la semana previa al 25 de abril, informaban, sobre Chile, alcances de la muerte del ex ministro de Salvador Allende, José Tohá; respecto a que en Chile estaban prohibidas las actividades políticas, que habían problemas en la reunión de los 17 países no-alineados –agrupados esa semana en Argelia- respecto a qué posición tener frente a Chile, y que en el país austral reinaba el orden y la recuperación económica.

El informe de prensa entregado el 24 de abril fue el último reporte en casi tres semanas. Recién el 10 de mayo el embajador -aún no asumido pero ya en la representación diplomática- Joaquín García, se refiere, escuetamente y transcribiendo opiniones ajenas, respecto a qué persigue el partido socialista en Portugal luego de su llegada al poder tras a revolución y cómo se ataca a Chile en Lisboa. Comenta que el Secretario del Partido Socialista Portugués, Mario Soares, manifestó que el Partido Socialista no era un partido burgués, sino un partido de clase obrera, con sus estructuras abiertas a la juventud; que era un partido que garantizaba las libertades públicas y que nadie contaría con el partido para aventuras totalitarias, fueran de donde fueran.

En el mismo informe se hace referencia a que, entre de los protagonistas de la revolución, se ve a Chile como el ejemplo a combatir. Se empieza a emplear el nombre de Chile para demostrar cuan nocivo es un gobierno de derecha, en el caso de Portugal el salazarista. El embajador reproduce la analogía que empieza a trepar escalones en la opinión pública portuguesa, luego que Mario Soares lo usara como demostración en un discurso:

“Tenemos que estar atentos. Creo en la tolerancia. Pero no podemos permitir una contra-revolución que venga a hacer del país (Portugal) un nuevo Chile. Pienso que debemos depurar a todos los responsables por el asesinato de tantos de nuestros dirigentes políticos durante la dictadura. Si nada hiciéramos, ellos pueden subir, tomar el poder y ejecutarnos, como sucedió en aquel país (Chile)”. La animosidad entre el régimen portugués y el chileno ya era evidente, pero sin el riesgo de mayores complicaciones debido al mínimo tráfico comercial y al vínculo político escaso, a pesar de los intereses chilenos en comerciar y buscar opciones para que LAN, la Línea Aérea Nacional, contara con derechos de tráfico aéreo por cielo lusitano.

Ya el 21 de mayo de 1974 la posición del nuevo gobierno portugués, liderado por António Sebastião Ribeiro de Spínola, era clara respecto a su posición internacional. El retumbe hacia Chile no se dejó esperar, y menos la comunicación diplomática hacia Santiago. En cuanto a relaciones internacionales, el gobierno socialista portugués señaló que adoptaría una política activa de no alineamiento en relación con los bloques políticos y militares existentes, y que de inmediato se establecerían relaciones diplomáticas con todos los países excepto Chile. Si bien el embajador Joaquín García sólo se remitió a comunicar y no interpretar el informe del Partido Socialista Portugués, la disonancia entre ambos países se hace creciente, a tanto que los medios del país atlántico comenzarán a hacerla notar y desarrollarla con fruición.

Chilenos visitan Portugal

La animosidad de la diplomacia chilena contra lo que estaba ocurriendo en Portugal y el subrayado que las autoridades hacían sobre el régimen chileno, no mermó durante el avanzar del conflictivo 1974 portugués. Los ánimos diplomáticos se caldearon luego que durante el mes de mayo de 1974 se iniciara en Portugal –y el resto de la Europa que simpatizaba con las izquierdas- una serie de visitas de chilenos notables y exiliados, expatriados o fugados, ante el apremio de salvar la vida y la integridad física.

La primera de esas visitas a territorio portugués fue la de Hortensia Bussi de Allende, viuda del derrocado presidente. Su llegada a Portugal fue anunciada en una conferencia de prensa en Varsovia, y su efecto expansivo llegó hasta Chile por la celeridad del embajador Joaquín García. Durante su viaje, Hortensia Bussi visitó París, Londres y Portugal. Ante esto, el embajador realiza un análisis negativo de las visitas e insiste en que “son visitas o viajes preparados de personas relacionadas con el antiguo régimen que imperó en Chile”. Insiste al Ministro de Relaciones Exteriores que “no sería d extrañar que los socialistas, comunistas y organizaciones disfrazadas empiecen a propiciar la participación y visitas de los ya conocidos personajes que tanto daño causan a nuestro país en el exterior”. Todo lo anterior, queda ilustrado y acotado –en palabras del diplomático chileno en Portugal- por el parafraseo de las palabras que Soares había entregado en ratificación del discurso anti-chileno en Portugal.

Sin embargo, Chile sigue siendo el objetivo de la artillería de los medios de comunicación, periodistas y opinión pública portuguesa. A medida que la revolución y el nuevo gobierno portugués se empodera y sintoniza con el pueblo, la visión de gobiernos que profesaban similitudes con el corte salazarista son castigados con la indiferencia y descrédito. Es el caso de Chile. La agregaduría diplomática chilena en Portugal informa con rapidez sobre el trasvasije de esos discursos a territorios más cercanos a Chile: el periodista portugués Miguel Urbano Rodrigues, residente en el vecino São Paulo, Brasil, tuvo palabras –que el embajador definiera como paralelismos- entre la situación de América del Sur y el Portugal del momento. El periodista lusitano residente en Brasil, inquirió:

“La conquista del poder político por una coalición de partidos populares ofrecía a Chile la oportunidad, dentro del orden jurídico y constitucional de un Estado burgués, de transformar gradualmente las estructuras económicas, sin violación de los mecanismos de la democracia representativa creando condiciones para el advenimiento de una sociedad socialista”.

El embajador chileno consideró también relevante transcribir el siguiente párrafo: “pero los muchos errores cometidos y la falta de organización de un Estado sin estructuras capaces para la ejecución del programa ambicioso que se proponía, el desmembramiento de la Unidad Popular, minada pro divergencias de métodos y finalidades, o irrealismo de los dirigentes más radicales del Partido Socialista, una desastrosa política monetaria, la penetración de la reacción en el seno de las masas trabajadoras, el sabotaje económico, la inconsistencia de la ultra-izquierda, la impaciencia de la pequeña burguesía que llevaría a la fatídica huelga de los camioneros, el boicot del cobre, el cerco económico y, sobre todo, la actividad de la CIA y de la ITT conjugáronse para alcanzar un sinnúmero de obstáculos y engaños no siempre comprendidos y muy pocas veces vencidos”

Credenciales diplomáticas

A pesar de haber iniciado, por expreso encargo del Ministro de Relaciones Exteriores, el trabajo inmediatamente después de aterrizar en Lisboa, el embajador Joaquín García presentó sus credenciales diplomáticas ante el Presidente de la República Portuguesa, General António de Spínola, el día 5 de junio en el Palacio de Gobierno en Belém.

Joaquín García manifestó su interés de gestar las relaciones más cordiales entre el gobierno chileno y el portugués. Señala en su informe al ministro, que dijo al Presidente que él era quien llevaba el “mensaje más expresivo y sincero de la Junta de Gobierno de mi país (Chile) y de su Presidente en especial, para que las tradicionales relaciones de estrecha amistad que siempre han mantenido nuestros dos países puedan aún ser incrementadas interpretando el verdadero sentimiento del pueblo de Chile al pueblo hermano de Portugal”.

García insiste en que el General Spínola destacó que Portugal quiere contribuir para un mundo más justo y de mayores felicidades, lo que se acompañó de una “conversación muy cordial que duró alrededor de 25 minutos, con gran extrañeza por parte de protocolo y demás funcionarios portugueses, ya que el presidente es muy parco en este tipo de ceremonias”.

Relata que los temas de interés en el primer encuentro diplomático entre autoridades chilenas y portuguesas luego del quiebre de los gobiernos de izquierda, en Chile, y de derecha, en Portugal; fueron básicamente en torno a las causas que motivaron el Movimiento de las Fuerzas Armadas del 25 de abril, las posibilidades de término de la guerra colonial y el descrédito internacional que significaba la política colonialista, las restricciones de las libertades, la inmovilidad económica, problemas sociales, sindicales y de salarios.

Según el mismo embajador García, al finalizar el primer encuentro entre autoridades de ambas naciones, el Presidente Spínola destacó que esperaba que las relaciones entre ambos países fueran las mejores, que contaran con su apoyo y simpatía, aunque, dijo, puedan sufrir alguna molestia. Las palabras del embajador y, claramente las del propio Presidente lusitano están referidas a la espiral de llamados anti-chilenos que hay en las grandes ciudades portuguesas, principalmente en Lisboa y Oporto, donde –por ejemplo- la Liga Comunista Internacional había llamado recientemente a una concentración en la Plaza de Chile para marchar después hasta la Embajada en un acto de protesta contra el gobierno y el Embajador de Chile.

El primer encuentro, dice, estuvo también coronado por un breve paralelismo entre el caso de ambos gobiernos con eje en las Fuerzas Armadas para centrar la conducción del país, como recurso último e inevitable cuando el gobierno fracasa al colocarse en una posición extrema; “nosotros por lo antipatriótico, extranjerizante y marxista leninista, como en el caso de ellos una dictadura de extrema derecha, también incapaz de conducir el gobierno por la vía diplomática”.

El informe diplomático confidencial no acaba aún. Agrega un párrafo apartado con una interpretación verosímil, mas no sujeta a la comprobación: el embajador argumenta que viendo la actitud de Portugal de no desear involucrarse en asuntos internos de ningún país, queda “una vez más en claro, que son los partidos socialistas, comunistas y grupos de extrema izquierda quienes propician el rompimiento de las relaciones con los que ellos llaman países fascistas, incluyendo a Chile, Brasil, España y Grecia, entre otros, sin encontrar eco tampoco en la opinión pública portuguesa, lo cual debe interpretarse como un elemento más de la campaña anti chilena”.

Crisis en Portugal

Hubo varias crisis que hicieron temblar al gobierno provisorio portugués, en cuanto a sus liderazgos y solidificación del rol revolucionario. La primera crisis fue la salida del Primer Ministro, el abogado Adelino da Palma Carlos, quien tenía el perfil necesario para garantizar la respetabilidad del nuevo gobierno en los medios conservadores e internacionales. Pero una coyuntura política en la que la balanza de fuerzas se inclinaba más a la izquierda, complicó la estadía de éste cercano a la derecha. Al igual que António de Spínola, que era su apoyo fundamental, tuvo muchos problemas con el Movimiento de las Fuerzas Armadas.

Sin embargo, la crisis más grande que viera el periodo post revolución de los claveles fue la salida, mediante su renuncia, del presidente de la República António de Spínola. El 30 de septiembre presentó sus cartas de excusa, para ser reemplazado inmediatamente por el General de Ejército Francisco de Costa Gomes, quien desempeñaba los cargos de Jefe de Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas y vicepresidente de la Junta de Salvación Nacional. Los partidos Socialista y Comunista, y sus líderes ocuparon un puesto prominente en la Junta de Salvación Nacional. Durante el verano, los militares radicales ya ejercían un notable control político sobre el país. En septiembre, con el apoyo de milicias comunistas, lograron aislar a Spínola de sus partidarios y forzar su retirada de la presidencia. Para entonces, en Portugal parecía estar triunfando la revolución izquierdista.

La salida del presidente portugués no fue recibida con tranquilidad en Lisboa, y con incredulidad en las colonias africanas, debido a que veían en él a un pseudoaliado. En un primer momento, se pensó en la desintegración del movimiento revolucionario portugués, ante lo cual la disidencia se apresuró en rearmarse o comunicar –a su modo- los acontecimientos lisboetas.

El embajador de Chile en la capital portuguesa remitió un detallado perfil de António de Spínola, incluso destacándole sus atributos de líder. Joaquín García comentó al Ministro de Relaciones Exteriores, Patricio Carvajal Prado y al Departamento de Relaciones Internacionales. Comentó que “el Presidente Spínola tiene un carisma popular reconocido y se le tenía confianza plena en todos los sectores nacionales como Jefe de la Revolución. Su presencia en público con sólo ser anunciada acarreaba multitudes y se le vitoreaba con sinceridad y afecto y no necesitaba de artificios para reunir grandes cantidades de personas en forma espontánea. Sus discursos en estas ocasiones gustaban, porque se advertía su honestidad al criticar y hacer recomendaciones para evitar la demagogia política, el desorden social progresivo que llevaría al país a un estado anárquico con graves consecuencias económicas ya en pleno desarrollo. A esto hay que agregar que tiene un concepto definido sobre política de descolonización ultramarina, aunque tuvo que aceptar imposiciones de los partidos políticos en el gobierno. Se impuso la tarea de atender el caso de Angola personalmente, por ser esta colonia la más significativa para Portugal, en todo orden de cosas, y muy particularmente del punto de vista de prestigio nacional ya muy deteriorado con las soluciones ‘a la diabla’ propuestas o en curso. La socarronería no estaba ausente del discurso del embajador, ni siquiera cuando daba parabienes.

El nuevo presidente, tras la renuncia de António de Spínola, el General Francisco da Costa Gomes, era considerado un hombre sin carisma pero con habilidad para manejar la crisis que había comenzado en Portugal entre los mismos oficiales. Se mantuvo en el cargo hasta el 27 de junio de 1976, cuando se celebraron las primeras elecciones presidenciales libres en Portugal, dando la victoria al general Ramalho Eanes.

Al contrario de lo que se esperaba, es decir, un aumento de los cismas al interior de la Junta de Salvación Nacional y del Movimiento de las Fuerzas, Francisco da Costa Gomes asentó las bases de la revolución y logró conducir al país hasta un proceso de elecciones. Sus primeras medidas una vez que asumió el 30 de septiembre de 1974, fue confirmar al Primer Ministro Coronel Vasco Gonçalves, conjuntamente con los ministros de gobierno. Sólo cambió a dos: a Mario Firmito Miguel y a Sanches Osorio, de Defensa Nacional y Comunicación Social, respectivamente. Argumentó que el cambio fue decisión personal.

Como una de las misiones de Joaquín García, al ser enviado como nuevo embajador del gobierno de la Junta chilena ante la República Portuguesa, era tener atención sobre los conflictos internos y sobre la política ante el proceso de descolonización en África, no dejó de vincular tales fenómenos con la crisis que conllevó a la salida de António de Spínola: dijo que “se podría pormenorizar algunos aspectos que, a pesar del sigilo con que actúan algunos militares y políticos, son fáciles de suponer y que son las razones del desaliento del General Spínola”.

Considera dentro de entre esos aspectos, fundamentalmente, a la política de descolonización pretendida y establecida en el programa del Movimiento de las Fuerzas Armadas, no se estaría desarrollando conforme con las ideas sostenidas por el General Spínola: primero el cese del fuego, que los movimientos revolucionarios se integren en los respectivos estados africanos que quieren liberar y desarrollen sus actividades políticas con partidos debidamente organizados en igualdad de condiciones con los existentes en cada lugar. De ahí pensar en la independencia, velando siempre por la integridad de los ciudadanos portugueses y nativos.

La agregaduría diplomática de Chile en Portugal, a cargo de Joaquín García, duró hasta 1980, sin sobresaltos. Ni siquiera por el constante deseo de la nación atlántica de cortar las relaciones diplomáticas con Chile debido a la consideración de que el régimen pinochetista y el atropello a los derechos humanos fundamentales. Esto último, condenado categóricamente por la opinión pública. En 1980, el embajador es llamado a Chile para cumplir nuevas funciones. Asumió su rol un encargado de negocios, Rolando Stein Brygin, quien permanecería en el cargo por más de nueve años. Un año, en 1989, estuvo como embajador Hernán Sánchez Bohmer, hasta cuando el primer gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia, presidido por el democratacristiano Patricio Aylwin Azócar, nombrara a Patricio Morales Salinas.

Las misiones que enfrentara éste embajador fueron muy distintas a las de su antecesor Joaquín García. Las relaciones chileno portuguesas se afianzaron cuando la democracia retornó a Chile. Asimismo, la presencia y rol de ‘co-constructor de Europa” que había asumido Portugal, dejaba en mejor pie las relaciones. Una muestra fue la invitación especial a Chile para presentarse, ocho años más tarde, en la Expo 98, en Lisboa.

La Revolución de los Claveles marcó a Portugal en cuanto a las fechas consideradas claves en su calendario. Selló las bases del papel portugués en Europa y la política de descolonización en África. Pero más allá de haber bifurcado el rumbo de esa sociedad, también marcó una división con países antagónicos políticamente. Chile es un ejemplo. Los gobiernos de Spínola y Pinochet no podían ser más diferentes, en cuanto a modos y fines: la izquierda y la derecha como protagonistas de desalojos que catapultaron los fines de un país completo, y en el caso de Portugal, de territorios lejanos y étnicamente muy diversos. Ni por magnetismo ni por raíces lingüísticas procedentes de una misma matriz, la opinión portuguesa habría premiado lo que ocurría en Chile y que tanto daño les causó a ellos cuando les pisoteó de la misma forma con António de Oliveira Salazar. El embajador chileno lo haría notar con ánimo en sus informes. Desde Chile, el silencio era la elección predilecta. Un ‘obrigado’ o un ‘gracias’ bastaba para camuflar el encono entre ambos gobiernos.

Bibliografía

D’ATRI, Andrea. “La Revolución de los claveles”. En www.pts.org.ar/spip.php?article3885

FAUSTINO, Rui. “Portugal 1974, La Revolución de los claveles” en http://www.labolsa.com/foro/labolsa.com-1209105390.pdf

FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, Pablo Antonio. “El papel de Portugal en el contexto internacional”. Revista CIDOB D’Afers Internacional 51-52. Fundación CIDOB. Barcelona, España.

GÓMEZ, Braulio y PALACIOS, Diego. “Una historia de Portugal. La difícil conquista de la democracia”. Editorial siglo XXI.

I.E.S BACHILLER SABUCO. “La independencia de las colonias portuguesas”. Departamento de Geografía e Historia. Albacete, España. En http://perseo.sabuco.com/historia/La%20independencia%20de%20las%20colonias%20portuguesas.pdf

INFORMES DIPLOMÁTICOS 1974. Embajada de Chile en la República Portuguesa. Archivo histórico Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.

PEINADO LORCA, Manuel. “El invierno en Lisboa”. En Diario de Alcalá de Henares. Universidad de Alcalá de Henares. 25 de enero de 1996.

PEREIRA CASTAÑARES, Juan Carlos. “Y al oeste, Portugal”. Cuadernos de Historia Contemporánea ISSN: 0214-400-X Número 23. Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid. Madrid, España. 2001.

SORIA, Txema. “Claveles de la nostalgia”. En “La Mirilla, la vida social de Vizcaya”. Documento del 22 de junio de 1999.

VEIGA, Francisco; DA CAL, Enrique; DUARTE Ángel, “La paz simulada. Una historia de la guerra fría 1941-1991”. Historia y geografía Alianza Editorial. 1997. Madrid, España.

http://www.nytimes.com/1994/07/16/obituaries/patricio-carvajal-ex-chile-official-76.html