Friday, October 21, 2005

Carceleros de la cotidianeidad

¿Hasta qué momento se es libre? Con esa interrogante partió mi viaje semanal de regreso a casa. No pude entender muy bien el sentido por el cuál nació esa pregunta en mi cabeza, pero por mucho que lo intenté no apareció. Al pasar el rato, comprendí inútilmente claro, que nunca se es libre. Que siempre hay prisiones ocultas y transparentes. Siempre hay algo que te cobija con odio y deseos de parecer afable.

Tal cual dice la canción de Calamaro: La vida es una cárcel con las puertas abiertas. No se puede luchar contra ello.

Por mucho intentar dormir durante el viaje, no pude. Algo me oprimía el oído, algo me hacia doler los pies. Otro tanto me molestaba el sol por la ventana. No fui libre ante mi deseo de dormirme. Los carceleros de la cotidianeidad me atrapaban.

Fernando.

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