Hoy divagaba con mi amigo Benjamín sobre el tiempo y los deseos. Sobre cuáles son sus planes de futuro y cuáles son los mios. Los proyectos futuros, los anhelos, las quimeras y los estúpidos miedos que nacen ante la incertidumbre.
Pensé en el trabajo ideal. Lo diseñé con generosidad y con un poco de ilusión. Consistía en tener que organizar situaciones, eventos e informaciones. Todo esto viajando mucho, siendo un buen operador de las relaciones humanas y corporativas. Suena tan ideal, tan lindo, tan mio. Al mismo tiempo, mientras creaba todo mi plan, sabía que tenía que llevar una vida privada por atrás. Un cúmulo de enredos y !Vaya que difícil es planear eso¡. No tuve una única respuesta a mi propia pregunta. Supe que quería ser feliz, pero ante ese aspecto no supe diseñar tan velozmente ni a cabalidad lo deseado ni cómo lo haría para obtenerlo.
Sé que quiero ser feliz. Tener una vida tranquila, sin dolores y sin trifulcas. La mayoría de los humanos cuerdos supongo que piden lo mismo. Me hice caos con pensar cómo será todo eso, pero muy en mi interior encontré una luz de respuesta tan poco sencilla de traducir pero a la vez clara a mis propios códigos. Tengo la respuesta en mi corazón. Quien sea capaz de transcribirla logrará la frase que tendría que escribir por respuesta aquí en el texto.
Benjamín se preguntó: ¿Cómo soportamos el tiempo que debe trascurrir entre la actualidad hasta el momento en que ejecutamos y logramos el sueño?. Yo volé con la incertidumbre del Benja y caí en la cuenta que por ser sueño corremos el riesgo de lo irrealizable, pero con la magia de la espera dolorosa contrarrestamos las culpas al sentir el placer que nos dará la ruptura de lo platónico.
Un sueño es un sueño, pero soñar es parte de cada cual, y si es así; es un derecho. Hacer valer ese derecho es...la clave.
No comments:
Post a Comment