Cuando las cosas ocurren, tienen un sentido. Tienen ese deseo de perpetuarse para ser constituyentes, para dar coherencia y otorgar su nombre a todo. La fuerza de la verdad está en hacerlas partícipes, pero no avasalladoras. Que no cubran el espíritu, ni menos el carácter.
Ayer un amigo me consultó por cómo estaba mi alma. Quedé, como él mismo dice, perplejo y dudoso. No supe dar una respuesta, sólo atiné a decir que no lo sé porque, de verdad, ni idea cómo es el alma, dónde encontrarla y mucho menos las formas para analizarla. Intenté ironizar diciendo que eran los 21 gramos que se pierden inmediatamente tras morir, pero la risa burlona no me sirvió ni a mi cómo respuesta. Necesité una afirmación a la consulta: ¿Cómo está mi alma?
Escondida trás un baúl. Detrás de un armario, en el abecedario u oculta en mil canciones. Dónde sea que esté, cómo sea que se llame o en el más deplorable estado en que se encuentre, me gustaría saber de ella. Si se llama Alma, le diré Mal Alma, si se llama Amarilla, la llamaré como sea, menos por su nombre tan cromático, pero tan humano. Así, será desde un momento como un renacer y un comienzo, tanto para ella, como para mi.
Por mucho que uno busque métodos para sufrir, el alma irá manipulando las cuerdas de la marioneta estructural. Las mueve, retuerce y regresa a su posición original a pesar del desafío que uno le presente. A veces uno desea odiar, pero Amarilla no lo permite. O quieres amar, y Alma te da ese "presentimiento o duda" que te lleva a desear odiarla . Es como una espiral del sin sentido. Es viajar en un avión llamado Racconto, pero con pasajes en Media Res.
Dóndequiera que se encuentre, que llegue a mis manos. Mi alma, para conocerla, entenderla y pedirle, como único favor; que me permita ser menos voluble, menos analítico de ella y más pacífico en percibir los cariños de los demás. A fin de cuentas, convertirme en un ser con buen alma.
1 comment:
háblale :DDD Seguro que está pensando lo mismo sobre tí
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