Me gustan mis manos. No son nudosas, se notan aún jovenes y creo que a veces logran crear textos interesantes. Si bien no son de hand-model, están sanas.
Tuve temor por ellas. Caminaba por la calle y una señorita de origen rumano o croata me ofrece una lectura de algo que conozco. Es como si le pidiera que me explique es un yogurth o un pasaje a San Antonio: ilógico. Le respondí apenas musitando algo por entre mis labios partidos, y seguí caminando.
No recibí protesta ni tampoco olor a mala higiene. As usual, me confundí. ¿Acaso necesito que alguien me ayude a conocerme o es mejor que siga con mi intento de ser autoperfectible? La respuesta está en el buen feed-back. Iiostina: un rumano me entenderá.
Tuesday, November 07, 2006
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