No soy religioso. Tampoco agnóstico irrestricto. Pero sí me preocupo por los que creen o tienen esas dudas de medio camino. El actual pontífice, Benedicto XVI -Benôit XVI- entró el cólera, o está, como dijo mi mamá, buscando un balazo durante sus giras o misas. Por favor, lean lo siguiente:
Benedicto XVI prepara
la “reforma” de la reforma
Con su reciente exhortación apostólica “Sacramentum caritatis”, el Papa ratificó su ortodoxia doctrinal y su plena identificación con las posiciones más conservadoras del catolicismo. Además, el pontífice allanó el camino para el retorno a las tradiciones litúrgicas más tradicionalistas.
Un año después de su encíclica sobre el amor (Deus est caritas, “Dios es amor”), el Papa Benedicto XVI hizo público este martes otro texto doctrinal más explosivo que el primero.
En efecto, su exhortación apostólica sobre la eucaristía (Sacramentum caritatis, “Sacramento de la caridad”), toca las cuestiones más controvertidas en el seno de la Iglesia Católica: la escasez de sacerdotes, la situación de los divorciados vueltos a casar y la reforma de la liturgia, tema en el que desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) se oponen los modernistas a los partidarios del latín, esos “tradicionalistas” que el pontífice quiere incorporar a Roma a toda costa.
En ese documento -encargado de sacar las conclusiones del sínodo de obispos que se realizó en octubre de 2005-, el Papa da prendas a su ala más conservadora. Se reafirma el “carácter obligatorio en la tradición latina” del celibato de los sacerdotes (que no vale en las iglesias de Oriente). No se refuta la escasez de vocaciones sacerdotales, aunque esto impide en la práctica que muchos fieles de África, América Latina y de los países descristianizados de Europa reciban el sacramento de la eucaristía (la comunión), la cual no obstante se presenta como “la culminación de la vida cristiana”.
Benedicto XVI quiere abordar esa contradicción mediante “un reparto más justo de los sacerdotes”, lo cual es una ilusión en gran medida. También se empeña en recordar que las “asambleas dominicales en ausencia de un sacerdote”, numerosas en las zonas rurales sin clero, son un mal menor y no tienen el carácter de una verdadera misa.
En cuanto a los divorciados vueltos a casar, éstos siguen excluidos del sacramento. Benedicto XVI no cambió un ápice de esta doctrina tan poco caritativa, a pesar de las presiones ejercidas por ciertos sectores para adoptar una postura más indulgente y examinar caso por caso.
“El estado y las condiciones de vida de los divorciados vueltos a casar contradicen objetivamente” el sacramento indisoluble del matrimonio. Si no se puede obtener de los tribunales eclesiásticos la anulación del matrimonio, no es posible volver a casarse. Los fieles deben vivir “según las exigencias de la ley de Dios, como amigos o como hermanos”, es decir, dentro de la castidad.
Benedicto XVI se instala también en las posiciones más intransigentes. Nostálgico de la tradición preconciliar, prepara el terreno para una “reforma” de la reforma de la liturgia que, después del concilio, sembró la discordia y fue la causa del cisma tradicionalista de monseñor Marcel Lefebvre (1988).
“Con excepción de las lecturas, la homilía y las oraciones de los fieles”, señala el Papa en su exhorto, “es bueno que la celebración se haga en lengua latina. Y, por tanto, que se reciten en latín las oraciones más conocidas de la tradición de la Iglesia Católica y, eventualmente, que se ejecuten piezas de canto gregoriano”. En los seminarios habrá de restablecerse la enseñanza del latín y del gregoriano.
Eso no es todo. La “concelebración” de varios sacerdotes (que detestan los tradicionalistas) deberá ser “excepcional”. Se prohíben “la improvisación general en el canto litúrgico y la introducción de géneros musicales que no sean respetuosos en el sentido de la liturgia”. Es decir, adiós a la guitarra y al xilófono...
Además, se proscriben las “homilías generales y abstractas”. Se desalientan las misas televisadas, que no satisfacen el “precepto dominical”. Se condenan los “abusos” en la adaptación de la liturgia a la cultura local. Se reafirma la prohibición de la “intercomunión” con los no católicos. El “gesto de paz” -el saludo a los vecinos que se dan entre sí los fieles en la misa- no debe dar lugar a “manifestaciones excesivas”.
La intención del Papa es restablecer la “belleza” y la “claridad” de la liturgia. Esta “no está a la disposición de nuestro arbitrio y no puede sufrir la presión de las modas del momento”, señala. Pero podrían desalentarse muchos esfuerzos por animar las celebraciones.
A pesar de la hostilidad de algunos obispos (sobre todo en Francia), Benedicto XVI se dispone a publicar un decreto que liberalizará la práctica del rito antiguo de la Iglesia Católica, el llamado “tridentino” (establecido en el Concilio de Trento en el siglo XVI), con la misa en latín y el sacerdote de espaldas a la asamblea de fieles.
Así, ya está listo el escenario para un nuevo enfrentamiento entre el ala tradicional de la Iglesia Católica y los fieles adictos a las innovaciones del Concilio Vaticano II.
1 comment:
hey ya. thanks for all those brilliant words. Your blog is also kind a cute and the poem about the letter was cool and funny :)
hugs from estonia ,
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