La aliada silenciosa

La aliada silenciosa

Por Fernando Olmos Galleguillos


Hace tres semanas se inició en Chile un conflicto entre los estudiantes secundarios y el gobierno. El caos en resumidas cuentas es sencillo: Piden prueba gratuita para postular a la universidad más un pase escolar nacional y libre de pago. Además de eso, la derogación de la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza) que limita y establece las formas de hacer educación en el territorio nacional chileno. El problema es que ante tanta demanda y diálogo, los ánimos se caldearon y comenzó un movimiento violento que destruyó, protestó en las calles y se tomó los colegios al más puro estilo carcelario. Pero alguien estaba detrás de todo esto... No un político... Alguien...

Bien, el motivo de mi irrupción y capricho columnístico no es debatir si lo realizado por los estudiantes secundarios, en conjunto con universitarios y colectividades de maestros, estuvo bien o definitivamente inadecuado. Más bien me preocupo por la protagonista menos considerada de esta protesta. Estuvo silenciosa, dispuesta e incluso maltratada en muchas ocasiones. Algunos la colgaron, la usaron de escudo y estandarte de guerra. ¿Saben a quién me refiero? Les cuento que no es muy guapa y mucho menos parte de algún partido político. Tampoco es favorita para la elección de reina del paro/toma y, para que decir, seleccionada como vocera de curso. Es normal. Dicen que tiene sexo femenino y, para colmo de males, tiene tantos clones como alumnos en el país. Supongo que ya saben sobre quien estoy hablando.

Sí, es la pobre, vilipendiada y humillada silla escolar. Estuvo colgada en las tomas, tirada bajo una escalera e incluso sobre los techos sirviendo de apoyo a los vigilantes de las tomas. Las hubo rotas, mojadas con agua lacrimógena, asesinadas para avivar la fogata que quitaba el frío en la noche, o mutiladas para usar sus piernas de fierro contra el vil policía. Ensartadas en las rejas, una sobre otra y otra sobre una; soportaron silenciosas la furia adolescente y el capricho gubernamental.

Si bien quedaron como serviles y aliadas en el proyecto estudiantil, fueron subestimadas en su función. ¿Cómo habrían bloqueado los ingresos a las universidades y colegios? ¿Con qué habrían azotado el casco verde del carabinero?. Pobre silla. La de madera, la de fierro oxidado o la con clavos a la vista en la escuelita más pobre. Todas dispuestas y claras en el propósito común.

Ahora, sólo hay que esperar que ellas no se paralicen. Amaría ver a los estudiantes ensartados en las rejas de sus colegios, o mejor aún, sirviendo de proyectil contra un carro lanza agua. Todo en la vida se paga jóvenes. La venganza de las sillas promete ser el futuro paro, el próximo conflicto de un gobierno que prefiere sentarse en sillones: son menos díscolos y al menos, más gordos y lerdos en movilizarse.