El feminismo en las relaciones internacionales. Aportes, estudios y situación actual
La perspectiva de género y mucho más puntualmente las teorías feministas han permitido una visión diferente de teorías existentes para estudiar las relaciones internacionales. Lo hacen cuestionando la solidez del enfoque masculino al momento de comprender y dar explicaciones teóricas sobre el mundo internacional. Buscan debilitar o entregar nuevos enfoques que se opongan a la mirada testosteronizada de las relaciones internacionales, demostrando que la forma de comprender algunos aspectos, como la paz y el conflicto, que se basan sobre una mirada masculinizada.
El mundo ha pasado en los últimos años desde conflictos entre estados a espacios transnacionales e intraestados; con nuevos actores como el terrorismo, carteles de la droga en zonas como México, Colombia o Medio Oriente, etc. Estos temas son de atención para las feministas.
Según las teorías feministas, las desigualdades entre los sexos determinan decisivamente las relaciones internacionales. Señalan que la política internacional estereotipa las relaciones sociales en base al género, los que se extrapolan más allá de fronteras y se multiplican a través del mundo debido a las relaciones internacionales y a la adopción de políticas internacionales en base a grupos o comunidades.
La mujer es una de las principales víctimas de las nuevas formas como se maneja el conflicto a nivel internacional, según las teorías feministas. Por una parte, en atención a las más recientes estadísticas desarrolladas por organismos como las Naciones Unidas, las mujeres suman más en cuanto a víctimas civiles y por desplazamientos provocados por los conflictos armados. Por otra parte deben enfrentar violencia sistemática como es el caso de la violencia sexual, prostitución y violación.
Salto del feminismo
La mayor fuerza del feminismo se consiguió durante los años setenta, haciendo una crítica a las estructuras patriarcales en que se basaba el mundo, en el cual la mujer poseía una desventaja en participación en relación al hombre. A partir de la última década de los noventa, la batalla del feminismo se extrapoló hacia el espacio internacional, explicando cómo se podían comprender las relaciones internacionales con sus teorías que hasta ese momento se habían dedicado a la reivindicación de la mujer y a la descripción de sus postergaciones.
Las primeras opiniones a favor de la mujer y su incorporación a las lógicas del poder aparecieron en el siglo dieciocho cuando por ejemplo en 1791 se redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía, por Olimpia de Gouges. A pesar de su idea y actitud de creación de pensamiento, el escrito le costó la muerte en la guillotina por oponerse a lo que había planteado Robespierre y cientos de teóricos, principalmente franceses.
Fue durante el siglo XX, potenciado por la necesidad de mano de obra y la crisis producida por las dos grandes guerras, que las mujeres se incorporaron a las fábricas y asumieron roles hasta entonces designados exclusivamente a los hombres, alcanzando la causa femenina su mayor expansión y amplitud temática. A mediados de los años setenta, con el auge de los distintos movimientos sociales que cuestionaban el sistema imperante fundamentalmente en los Estados Unidos y Europa, el feminismo mostró rupturas epistemológicas, estableció nuevos paradigmas y visiones sociológicas para ver el rol y actuar de la mujer en el quehacer político y social. El feminismo tomó en ese momento la bandera de la reivindicación sociopolítica, económica, legal y cultural de la mujer.
Uno de los mayores alcances de los movimientos feministas fue el reconocimiento del derecho al voto, en vista de que éste se convirtió en una herramienta poderosa para lograr objetivos e influir en las decisiones de los gobiernos.
El paso de los años ochenta y noventa vino acompañado por nuevos escenarios políticos, ideológicos, económicos y culturales que influyeron en los feminismos y los movimientos sociales en general. La globalización abrió nuevos espacios para emprender la lucha por la reivindicación de los derechos ciudadanos. Ante los dramáticos procesos de exclusión, los feminismos enfrentaron la necesidad de ampliar sus luchas hacia el ámbito internacional, en virtud de la falta de voluntad e incapacidad de los estados de responder a las demandas ciudadanas. Esto se evidencia a través de la participación de los movimientos feministas en las conferencias, cumbres mundiales y foros internacionales.
En la actualidad las relaciones internacionales, como disciplina y como práctica, están atravesando –no sin controversia- por desacuerdos y por el surgimiento de nuevos paradigmas y enfoques, así como también cuestionamientos que necesariamente producen un replanteamiento de otras teorías, métodos y objetos de estudio. Entre las teorías que rompen con los esquemas tradicionales y que exigen una reestructuración de las relaciones internacionales, están las teorías feministas, por algunos autores como Mónica Salomón que las denominan teorías disidentes. Lo anterior, en ‘disidencia a las teorías que tradicionalmente se han empleado en las relaciones internacionales’.
Robert Keohane catalogó a la teoría feminista que se incorporaba al estudio de las relaciones internacionales, como integrante de las denominadas teorías reflectivistas, que se caracterizaban por una evidente desconfianza en los modelos científicos existentes para abordar el estudio de la política internacional. Asimismo, Keohane señalaba que este nuevo enfoque se basaba en la interpretación histórica y textual de los hechos y con la incorporación de la reflexión respecto a la naturaleza de las instituciones y al carácter constituyente de la política mundial.
El feminismo que actualmente se dedica al estudio de las relaciones internacionales tiene varias subdivisiones. La primera y la que se dedica al sector de las relaciones políticas entre zonas, estados o instituciones es el ‘feminismo con criterios políticos’, en la que se agrupa a las teorizaciones feministas que tienen posturas filosóficas remanentes de otros sectores, lo que implica una segunda subdivisión en cuanto a feminismo liberal. Defienden los valores de libertad, dignidad, igualdad y autonomía propios del pensamiento liberal. Considera que las mujeres son oprimidas porque no son tratadas igual que los hombres y exigen igualdad de oportunidades formales, materiales o reales para revertir la situación de discriminación.
Otro subsector es el feminismo radical, que tiene por objetivo esencial la transformación del sistema y por ello su crítica se dirige a la fundamentación epistemológica de la ciencia en la que el mundo se organiza y explica dentro de un modelo patriarcal.
El otro conjunto de teorías se agrupan dentro de los esquemas denominados criterios epistemológicos, desarrollados por Sandra Harding. Dentro de esta tipología destaca la siguiente clasificación: el feminismo empiricista que considera que el sexismo y el androcentrismo presentes en la investigación científica son sesgos sociales que se pueden corregir con una adhesión estricta al método científico. Por otro lado está el feminismo de ‘punto de vista’, que sostiene que la ciencia refleja la posición dominante del hombre en la vida social, lo que produce un conocimiento “parcial y perverso”. El punto de vista de la mujer permite favorecer una visión más moral y científicamente más adecuada, pues completa el conocimiento y lo hace menos perverso para explicar e interpretar el mundo y la conducta social. El feminismo posmoderno es un tercer enfoque que se refiere a la condición de género, centrado en la identidad de la mujer y su relación con el conocimiento.
Las teorías feministas en sus distintas versiones buscan incorporar en la agenda internacional el tema de la mujer, toda vez que el sistema internacional se presenta cada vez más difuso y globalizado, cuando el Estado es el principal artífice de la identidad nacional e internacional. Aquí se incorpora el feminismo a buscar nuevas formas de ver la realidad y el modo como se configuran las relaciones internacionales.
Desde Platón, el pensamiento occidental ha estado estructurado mediante categorías duales o dicotómicas como racional-irracional, objeto-sujeto, universal-particular, que a su vez están sexualizados y jerarquizados y en las que se privilegia como superior lo masculino. Por lo tanto, se requiere de una reestructuración del pensamiento y de la manera de conocer, que según la perspectiva del punto de vista femenino, desde el punto de vista teórico debería poder mostrar –según los y las feministas- cómo las mujeres están situadas en relación con las estructuras de poder dominante y cómo éstas forjan una identidad y una política de resistencia, además de proporcionar una dirección hacia la cual, tanto la práctica como la teoría, pueden conllevar la liberación.
Una autora representativa de esta postura es Jo Ann Tickner , quien cuestionó los seis principios del realismo político elaborados por Morgenthau en 1948 Para Tickner, los principios de Morgenthau son expresión de la preeminencia machista, de la razón machista; así, la categoría del interés nacional, entendido como poder, está basada en una visión parcial y desde el punto de vista femenino el interés nacional no sólo debe definirse como poder, sino también como cooperación e interdependencia, capaz de incluir problemas globales como el problema nuclear, ecológico y bienestar económico, temas también desarrolladas por el feminismo.
Aportes teóricos
La perspectiva feminista proporciona una forma distinta y alternativa de comprender y abordar las relaciones internacionales, incorporando una evaluación del contexto social en el que se desarrollan los hechos para propiciar el mejoramiento de la condición humana sin privilegiar una realidad determinada. Además, han demostrado que la identidad de los sujetos “no es neutral en género”. El principal objeto de investigación del feminismo es cómo están insertas las mujeres en el sistema internacional, dotándolas de protagonismo en cuanto a toda investigación, incluso en las referidas a tratamientos masculinos. En el feminismo se intenta ver el mundo desde el punto de vista de la mujer, por lo tanto, es una teoría crítica cuyo objetivo es producir un mundo mejor para las mujeres. Incorpora nuevos objetos de estudio a las relaciones internacionales, adicionando nuevas interpretaciones y mostrando alternativas discursivas diversas. Asimismo, la teoría feminista es una teoría que se puede combinar con otras teorías de las relaciones internacionales como la sistémica, la idealista, el constitucionalismo y el institucionalismo, entre otras, de forma tal que complementa y enriquece los métodos de análisis ya conocidos.
Los críticos de la teoría feminista para el estudio en las relaciones internacionales argumentan que tiene un carácter políticamente crítico sobre las prácticas sociales y los movimientos sociales, por lo que enlodaría algunos debates.
Señalan que sólo afecta a un colectivo minoritario y no tiene mayor relevancia para el conjunto de la disciplina de las relaciones internacionales. Los críticos del feminismo en este ámbito de estudio dicen que es posible que otras áreas de estudios o métodos poco consideran a este sector debido a que se encasilla en temas catalogados como propiamente femeninos, como son el desarrollo humano, el tráficos de personas, la niñez, los desplazados, entre otros, y se le otorga menos espacio en asuntos como la tecnología, la energía, la seguridad internacional o armamentismo; y que, en su afán por lograr la inclusión de la mujer, algunas teorías feministas terminan siendo excluyentes para el hombre, de manera que pierden su pretensión de darle carácter complementario al conocimiento existente.
Temas de atención
Las teorías feministas en su incorporación al estudio de las relaciones internacionales han prestado especial atención a temas como el neoliberalismo, la globalización, el genoma humano, la seguridad internacional y la paz internacional. Respecto al neoliberalismo las teorías feministas critican el sistema económico imperante y su propuesta neoliberal por considerar que son las más oprimidas bajo esta forma de mercado y sociedad. Sostienen, por ejemplo, que el modelo económico que organiza al mundo contribuye con la globalización a la “industria del sexo”, que afecta mayoritariamente a las mujeres. A nivel global, dicen las y los feministas sujetándose del informe de 1995 del PNUD, que las mujeres representaban el 70% de los 300 millones de personas más pobres del mundo.
Respecto al genoma humano, dicen los feministas que las mujeres son llamadas a transformar la política y el pensamiento para humanizar lo humano, haciendo del mundo un lugar más habitable, una casa común y no un mercado común. Dado el interés que se mueve detrás de los avances científicos, dicen que las mujeres deben prestar especial atención respecto a la concepción manipulada genéticamente, porque de suceder esto, la mujer perdería un espacio dentro de un área que ha sido inherente en su condición de mujer, el de la concepción y la maternidad.
En cuanto a seguridad internacional, se propone la creación de un nuevo paradigma de seguridad inclusivo en el que las mujeres estén implicadas en todas las etapas de los procesos de paz, tanto de prevención como de resolución de conflictos. El hecho de que la naturaleza de la mujer sea la de dar vida, la hace proclive a la búsqueda de soluciones pacíficas, a la seguridad, al resguardo del hogar, a la visión de futuro, a la cooperación y la integración. Por ello, Naciones Unidas en la IV Conferencia sobre la Mujer sentó las bases para las deliberaciones de la participación de las mujeres en la resolución de conflictos, negociaciones de paz, reconciliación, reconstrucción y mantenimiento de la paz en todos los niveles. Entiende que la creación de la cultura de la paz no puede darse si no se tiene claro que el poder masculino está inmerso en las estructuras y formas de organización social, política, religiosa, militar y económica y que la masculinidad se fundamenta en el ejercicio de poder, control, competitividad y represión de las emociones. Por tanto, la renovación debe realizarse desde una nueva socialización, pero sin excluir al otro.
Género
La literatura feminista en las últimas décadas ha demostrado de forma fehaciente cómo el sistema de género no sólo configura la identidad sino también contribuye a la organización de las estructuras socioeconómicas, del mundo político jurídico, de la familia, la religión, el placer, la sexualidad, el ocio, etc.
A diferencia de la mayoría de las disciplinas de las ciencias sociales que se vieron inundadas en los años 70 de estudios, teorías, filosofías y perspectivas, el feminismo tiene al género como una importante unidad de análisis. Sin embargo, las demás áreas de las relaciones internacionales se han mostrado sumamente reacias a incorporar un análisis de este tipo.
Tal y como señalan autores como Margot Light y Fred Halliday, se puede hablar de cierta inercia institucional, de una escasa presencia de mujeres en la disciplina (en relaciones internacionales) y de la propia despreocupación de las teorías feministas como factores explicativos de este fenómeno. Sin embargo parece evidente que la principal reticencia a la incorporación de una perspectiva de género en las Relaciones Internacionales viene dada por la concepción que muchos académicos tienen de la disciplina. Dicha concepción lleva a defender que las Relaciones Internacionales son neutras en cuanto al género.
Los estudios feministas de la política internacional poseen rasgos comunes: su crítica visión del realismo y el estudio del funcionamiento del sistema de género en la esfera internacional. No obstante no se puede negar que quizás, “el rasgo más prominente de los análisis feministas de los asuntos mundiales es su diversidad, lo cual refleja el espectro de la teoría feminista general” . Como veremos la mirada del feminismo sobre la disciplina no ha sido unívoca, sino que nos encontramos con perspectivas y enfoques feministas divergentes y en ocasiones contradictorios.
Uno de los objetivos más importantes de las teorías feministas de las Relaciones Internacionales es revelar las distorsiones, prejuicios, exclusiones y desigualdades de los paradigmas y conceptos sobre los que se ha construido el discurso de las Relaciones Internacionales y denunciar cómo las teorías internacionales -que se han considerado neutrales, objetivas y universales- están profundamente marcadas por el género. Para ello van a centrar su mirada en los distintos debates para intentar pasar más allá de esas teorías supuestamente verdaderas, planteando experiencias de género que contrarresten o profundicen la teorización feminista.
A lo largo del siglo XX, son evidentes las transformaciones en el sistema de género liberal-occidental. Las mujeres se han ido incorporando paulatinamente a la actividad laboral y económica, al mundo de la educación, al mundo cultural, e incluso a la esfera política y a la administración. En algunas sociedades se ha proclamado la igualdad legal entre hombres y mujeres. Estos avances debían suponer la incorporación de las mujeres a los altos puestos de la administración, y por tanto a los puestos de decisión de las políticas internacionales. Sin embargo los estudios feministas han revelado que el acceso de las mujeres a los puestos de poder es, en sí mismo, problemático y tiende en todo caso a reforzar los roles de género.
Los primeros estudios feministas en Relaciones Internacionales fueron los trabajos dedicados a estudiar el papel de las mujeres en los movimientos opositores a la guerra y la importancia de estos movimientos en la toma de decisiones de los estadistas internacionales. Amy Swerdlow, por ejemplo, recoge la influencia del movimiento norteamericano Women Strike for Peace en la resolución de la crisis de los misiles y la firma del Tratado sobre Control de Armamento Nuclear entre la URSS y Estados Unidos.
Los estudios sobre los movimientos pacifistas de mujeres tienen como punto de partida la presunción de que las mujeres son esencialmente pacificas y opuestas a la guerra. Defienden que el papel de las mujeres como productoras de vida, su sensibilidad hacia el dialogo, su natural no violento, les lleva a oponerse a la guerra. Este planteamiento sitúa a estos estudios en la polémica entre el feminismo de la diferencia y de la igualdad que tiene en el debate sobre las actitudes de las mujeres ante la violencia y la guerra uno de sus campos de batalla.
Las Teorías feministas de las Relaciones Internacionales también se centran en otro de los grandes debates de la disciplina. En la década de los noventa se empezó a cuestionar las pretensiones de validez universal y de objetividad de la ciencia moderna. A diferencia de otros sistemas de conocimiento la ciencia occidental defiende que se puede aprehender la realidad tal como ella es. Desde diversas posiciones (dentro de la sociología del conocimiento, en las propias ciencias naturales y en las sociales) se ha puesto en duda que las categorías de la ciencia ‘sean puramente cognoscitivas’.
Avance femenino
En las relaciones internacionales la incorporación de la corriente del feminismo permitió el inicio de atención a temas que antes no existían como preocupación en esta área, como el papel de la mujer en las relaciones internacionales. También se investiga sobre la construcción del género con base en las prácticas sociales y las condiciones materiales.
El señalamiento del siglo XX como el del ‘avance de las mujeres’ no es menos dual: mientras Perry Anderson señala la relevancia que ha adquirido la cuestión de la emancipación de las mujeres como relato fundamental de la época, Lipovetsky, a tono con los aires conservadores que por estos tiempos corren, no duda en destacar la incomodidad que el solo nombre de ‘feminista’ promueve, asociado a la juridización de las relaciones entre los sexos y a ‘la fiebre victimista’ provocada por las reivindicaciones mujeriles, a la vez que celebra la democratización de los ideales de belleza como signo del advenimiento de la ‘tercera mujer’, esa que en sus palabras “ha conseguido reconciliar a la mujer radicalmente nueva y la mujer siempre repetida”.
En cuanto a los feminismos, no sólo se trata de las marcas dejadas por las condiciones de su emergencia, de la heterogeneidad inevitable ligada a la crisis de los sujetos de la política clásica, de las ambivalencias y dificultades a la hora de articular políticas, sino de una multiplicación acelerada de la diversidad. Las diferencias no sólo refieren a las posiciones políticas y de ideas sobre la vida, sino que también a temas medianamente ligados por relaciones de fortaleza entre grupos, como con los movimientos gay, de lesbianas, travestis, transexuales y bisexuales, y a todo lo que considere la cuestión de la diferencia sexual. Si en los sesenta y setenta la especificidad de la diferencia podía ser leída en términos de equiparación de derechos y recuperación de un puesto para las mujeres en el orden humano a la manera en que pudiera haberlo hecho Simone de Beauvoir.
Las teorías feministas se diferencian de otros modos de abordar las relaciones internacionales por su interés emancipador fundamental. Sin embargo, dentro del ámbito académico ha tenido lugar tal diferenciación teórica, que ya no existe un único prisma feminista para las relaciones internacionales, mas bien hay una propulsión en diferentes planteos, haciendo que la teorización feminista se caracterice por la heterogeneidad.
El género en las Relaciones Internacionales
En política internacional la introducción del género se vuelve complicada por el comentario de que es un área neutra sexualmente o simplemente asexuada, pero el feminismo dice que las repercusiones de las relaciones jerárquicas entre los sexos se extienden hasta la teoría y la práctica de las relaciones internacionales. En lugar de tener como único objetivo la integración de la mujer a la política internacional, el planteamiento basado en el género se interesa especialmente en poner al descubierto las prácticas y conceptualizaciones sociales en que se basa el arreglo específico –desigual– para los sexos, tal como lo señala Whitworth. La idea es ver las cercanías semánticas y los guiños de género en cuanto a lo masculino y lo femenino y analizar su funcionalidad para la política internacional. Esto quiere decir que una perspectiva de género profundiza mucho más, pues hace hincapié en el tema al vincular las emociones personales, para estrecharlas con las acciones de los actores sociales.
Por otro lado, también las estructuras y relaciones de poder que se pueden ver en la sociedad actual dependen del cultivo de las percepciones antiguas de que era lo femenino y lo masculino, basado en los roles de la mujer y el hombre en la sociedad. Para el feminismo, el objetivo de un planteamiento feminista en la política internacional se solidifica al buscar descubrir conexiones y utilidades entre el concepto de género y el funcionamiento actual de la política internacional.
Los teóricos de otras escuelas o fuentes epistemológicas acusan al feminismo de concentrarse en buscar vínculos eternos entre el género y los problemas que quieren estudiar, pero viendo al género desde un prisma académico, o concentrándose en el quehacer de las mujeres profesionales y los infortunios que estas deben enfrentar para sobrellevar el peso del trabajo fuera y dentro del hogar. Sin embargo, recriminan los competidores del feminismo, que éste grupo teórico ha dejado de lado a la mayoría de las mujeres. Muchas, dicen, no han sido tenidas en cuenta por el debate teórico feminista, por ejemplo, las sin titulación académica, de minorías étnicas, etc. Mujeres que desde su realidad cotidiana protagonizan luchas por una mayor libertad y respeto como mujeres pero cuyas guerras son obviadas u olvidadas por el movimiento feminista dedicado a incorporar el aspecto de género a otros temas.
Este cambio de planteamiento de la teoría feminista, está relacionado con el giro dialógico de las sociedades que estamos viviendo. Así mismo, este giro se está produciendo también en las ciencias sociales. A partir de eso, han surgido dos corrientes para el feminismo: el feminismo dialógico y el feminismo de la diferencia: el feminismo dialógico es un enfoque teórico que supera el feminismo de la igualdad y el de la diferencia y que se construye a partir de la pluralidad de voces de todas las mujeres que deciden, mediante el diálogo igualitario qué quieren y cómo lo quieren. El planteamiento central del feminismo dialógico está en defender una radicalización de los procesos democráticos para elaborar una teoría que permita una sola definición de la feminidad, no entendida como homogenizadora, sino que sea inclusiva, dinámica e igualadora, es decir, que tenga presente las diferencias de género en vez de fomentar su desaparición, y que sea sensible al contexto en vez de indiferente a las situaciones.
Por su parte, el feminismo de la diferencia, se centra en subrayar las diferencias entre hombres y mujeres, rechazando la idea de igualdad. Asimismo, enfatiza las diferencias individuales entre unas personas y otras, negando la posibilidad de comunicación y entendimiento. Sobre una base postmoderna, que señala que todo son pretensiones de poder y niega la posibilidad de existencia de pretensiones de validez, el feminismo de la diferencia rechaza la igualdad así como la posibilidad de diálogo entre las personas. Las consecuencias de esto son muy relevantes –según sus cultores- ya que al subrayar la diferencia, se produce una desactivación de los movimientos sociales y se frena la transformación social.
Desde la década de los noventa nos hemos encontrado con una auténtica revolución en el estudio de diferentes temas desde la óptica feminista, provocado por la incapacidad de los distintos paradigmas de explicar el derrumbamiento del bloque soviético. Ese fue el primer gran tema. Todo ello lleva a una profunda revisión de los paradigmas de esta ciencia, así como de los límites y fronteras de la misma con otras ciencias sociales.
Es un hecho que la literatura feminista ha realizado y puede seguir realizando una importante contribución al replanteamiento de la disciplina de las Relaciones Internacionales y de la política internacional. En la mayoría de los casos sus estudios no pretenden crear un discurso unitario para explicar la realidad de las relaciones internacionales. Más bien plantean nuevas interrogantes o, intentan modificar la formulación de preguntas clásicas. Sobre todo, insisten en que la disciplina tiene que liberarse de las categorías, conceptos y prejuicios archiocupados de género, que según los feministas, posee el área de las relaciones internacionales. Al mismo tiempo se promueve la investigación de como los procesos transnacionales lejos de ser neutrales en la practica juegan un importante papel en la determinación del papel de las mujeres en el mundo actual, comparando con los hombres
En este sentido los estudios de género de las Relaciones Internacionales suponen una importante renovación teórica, conceptual, epistemológica y metodológica. Aunque estos trabajos ha dado resultados significativos, el feminismo aún puede buscar nuevas áreas para construir conocimiento mediante la utilización de la corriente de la diferencia o de contraposición por roles de género, muy útil según dicen en el mundo occidental, y cómo éstos modos –y valores- se ven afectados, alterados o cristalizados por los acontecimientos internacionales.
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